domingo, 3 de mayo de 2015

El Banco de los García Calero

Juan Carlos García Calero muestra una fotografía de sus padres y hermanos que adorna una de las paredes de  la casa donde nacieron y se criaron todos y donde él habita actualmente.  

Juan Carlos García Calero muestra una fotografía de sus padres y hermanos que adorna una de las paredes de la casa donde nacieron y se criaron todos y donde él habita actualmente. 

El clan es grande y su idea singular: 44 jefes de hogar aportan distintas cantidades de dinero para un fondo familiar. Esa es la forma cómo los García Calero, en Juigalpa, superan graves enfermedades y muertes inesperadas.  

Por: Mónica García Peralta.

De pequeño, Juan Carlos García Calero aprendió a contar así: “Una moneda se junta con otra y cuando uno se percata ya es un billete. Que ese ya es papel”, dice García. Él creó un fondo familiar hace 15 años por insistencia de una de sus hijas y con la intención de atender necesidades de salud de todos los miembros de su familia. “Lo demás solo queda en imaginar. Desde que empezamos hasta este tiempo ya tenemos más de un córdoba”, sonríe un hombre alto, moreno, con pocas arrugas a pesar de su edad.  

Xiomara, hija de García Calero, un día se quejó porque él era miembro de una pequeña cooperativa de ahorro, conformada comerciantes de ropa llamados “buhoneros”, quienes operaban en Juigalpa, su ciudad natal. Ella también era parte del fondo, pero no le parecía bien que estuviera prohibido dar un solo centavo a los familiares de los miembros. “Ustedes se acuerdan de todos los demás, menos de la familia”, le dijo Xiomara a su papá.  

Las manos de don Juan Carlos evidencian trabajo de campo, carpintería y algunas arrugas que no reflejan sus 70 años. Su corazón, un poco más suave que sus manos, se conmovió por el reclamo de su hija, recuerda. “Y de inmediato nació el Fondo de Ayuda a la Familia Juan Manuel García Acevedo y Ángela María Calero Montiel, el 15 de enero de 1990. Ese nombre fue en honor a mis padres, ambos fallecidos”, comenta.

Hasta hoy, los García Calero, de Juigalpa, tienen depositados en un banco local más de 77,000 córdobas. Ese dinero es lo que ha quedado después de la ayuda que dan a sus parientes en forma de donaciones, en casos de enfermedades graves y muertes o préstamos para necesidades de salud un poco más básicas. 

Familia organizada   

Hay una máxima popular que apunta: “No se debe mezclar el dinero con la familia”. Los García Calero son la prueba de lo contrario. Esta familia es como las de antaño, con más de cien miembros a la fecha y recibe un aporte mensual de 44 jefes de familia. Este dinero les saca de dificultades “sin necesidad de andar estirando la mano”, asegura don Juan Carlos. 

Silvia García Reyes, junto a su papá Juan Carlos, se encargan de reunir las cuotas y llevar libros de actas de cada entrada y cada salida que se hace del Fondo familiar.  

 Silvia García Reyes, junto a su papá Juan Carlos, se encargan de reunir las cuotas y llevar libros de actas de cada entrada y cada salida que se hace del Fondo familiar.   


Todos los miembros del fondo familiar son descendientes directos de los padres de don Juan Carlos. En su caso, él es el octavo de diez hermanos que procreó esa pareja. Nació en 1944 y se crió en El Naranjito, una comunidad pequeña a escasos kilómetros de Juigalpa, donde su papá tenía “unas tierritas, una pequeña finquita que nosotros heredamos. Él era obrero de la carpintería y nosotros nos despechamos con un serrucho en la mano”.  

Cuenta don Juan Carlos que la suya era una familia pobre. Él particularmente no tuvo zapatos hasta los 12 años, por ejemplo. Y aunque escasa, no faltó la educación. En su casa se habilitó una escuelita comunal cerca de 1970, calcula. Ahí ingresaron todos los hermanos por igual; don Juan Carlos, entonces de 8 años ingresó a primer grado, pero no pudo terminar. Siempre tuvo sed por aprender lo más rápido posible, porque tenía la sensación de que el acceso a la educación no duraría mucho tiempo.  

   

 Todos los noviembre de cada año la familia García Calero, los descendientes de los García Calero, hacen una asamblea para informar el estado del Fondo, la que aprovechan para compartir algún almuerzo, desayuno o cena.  


El tiempo que estudió, según recuerda, fue bien aprovechado. De 8:00 de la mañana a 12:00 m. era la clase de “leer y escribir”: “No me gustaba, no me gustaba. Por supuesto que algo aprendí, porque eran maestras que en realidad enseñaban”. Luego de 2:00 de la tarde a 4:00 p.m. era la clase de Matemáticas en la sala de su casa. Las clases las recibían en una mesa que aún está en pie y juntos los alumnos de primero, segundo, tercer grado escuchaban las lecciones de la maestra que les dictaba problemas, sumas, restas. El primero en terminar era Juan Carlos, “me disculpan que lo diga”, ríe García, quien incluso sorprendió a la maestra un día al resolver una división cuando apenas ella le enseñaba a sumar.

Cuando la escuela se reactivó años después, Juan Carlos no quiso seguir “porque ya era hombrecito” y necesitaba trabajar. Su primer trabajo era ir a dejar desde El Naranjito hasta Juigalpa unas lozas (vajilla artesanal). Luego don Juan Carlos se hizo cargo del negocio de su papá, quien era carpintero. Llegó a ser jefe de varios de sus hermanos mayores cuando solo tenía 15 años. “Es que dicen que fui económico, de hecho cuando di la primera comunión, yo le ayudé a mi papá con diez córdobas para la compra de las zapatillas”, recuerda. Ahora vive “relativamente tranquilo” de la crianza de gallinas, chompipes, cerdos, pelibueyes y algunas siembras en la finca El Naranjito. Y además lleva 15 años como tesorero y casi contador del fondo de la familia.   

Solidaridad familiar  

Silvia García Reyes es la actual presidenta del Fondo Ayuda a la Familia: “Mi papá juega con los números”, dice Silvia, otra de las hijas de don Juan Carlos, quien recuerda cómo fue su papá de ahorrativo.

“Los zapatos de todos eran siempre de cuero”, aunque fueran grandes y para ella un poco grotescos. Sin embargo, reconoce que solo así todos pudieron salir adelante y ser profesionales. Y por unos momentos hasta pudo mantener a seis hijos en la universidad al mismo tiempo.

Ahora Silvia, como presidenta del Fondo, explica que el mismo está formado con una junta directiva y todo. Presidente, secretario, tesorero, vocales. Toda una pequeña organización. “Y ese dinero no es para derrocharlo sí”, advierte. “Es para ayudas humanitarias. Para necesidades que nos llegan inesperadas y con las que usualmente no contamos. De esto se ayuda para lentes y visitas al médico regulares, pero principalmente para muertes y enfermedades graves”.  

Uno de los que más ha sido ayudado por este Fondo es Juan Manuel García, sobrino de García Calero. De apariencia similar: moreno y delgado, bastante alto. Difícilmente aparenta sus 40 y tantos años. “Es que con esta crisis como está, hay que comerse hasta los años”, bromeaba al respecto don Juan Carlos.

Juan Manuel nació también en El Naranjito, pero ha vivido toda su vida en Juigalpa. De pequeño fue travieso y algo burlón, características que aún mantiene. A los 14 años empezó a trabajar porque le daba pena que sus padres le mantuvieran, comenta.

Fue barbero, anotador y luego entró al mundo de la radiodifusión. Es controlista, graba comerciales, es técnico medio en Administración de Empresas y técnico medio en Comunicación. Se define como alguien de espíritu alegre, amante del deporte, sobre todo el beisbol y de su hijo: Denis Alexis.  

Su pequeño, su “niño” como él le llama, ya tiene 18 años y fue nombrado así en honor a dos grandes del deporte: Denis Martínez y Alexis Argüello. Juan Manuel esperaba que fuera un atleta.

Sin embargo poco antes de los dos años se enteró que algo pasaba con su pequeño. “Me nació con autismo”, comparte.  



 Todos los noviembre de cada año la familia García Calero, los descendientes de los García Calero, hacen una asamblea para informar el estado del Fondo, la que aprovechan para compartir algún almuerzo, desayuno o cena.   


Juan Manuel sospechaba que su niño era distinto, pero tuvo la certeza médica poco antes de que el pequeño cumpliera “los 2 añitos”.

El autismo de su hijo es una fase intermedia “que no es fácil, pero es término medio”.

El muchacho de gran tamaño, también delgado, no se comunica con palabras, solo con algunos escasos gestos. Camina en puntillas y a veces tiene ataques de convulsión parecidos a los provocados por epilepsia. 

“Primero comenzó una vez al año, después dos veces. Y el año pasado, que fue el peor, porque convulsionó mes a mes. Ahí es donde entra el Fondo de ayuda a la familia porque yo estoy topado económicamente y aunque yo tengo el apoyo de mi esposa que trabaja, este es el éxito de este Fondo. Yo nunca he pedido donaciones, en mi caso han sido préstamos. Aunque en el camino la directiva ha decidido después de valorar el caso y me han condonado parte de las deudas que he utilizado”.

Esta familia, dicen sus miembros, siempre ha sido unida, “no es perfecta, pero sí unida”, asegura don Juan Manuel. En los momentos más difíciles de la enfermedad de su hijo ahí estuvieron todos.

Una vez le padeció neumonía, que lo dejó en un estado grave. Y luego venían las crisis en las que el pequeño no dormía toda la noche, tenía ataques de furia y de nervios. “Pero ya le encontramos un tratamiento que lo mantiene a él más o menos estable”, cuenta. 

Aunque no revela la cantidad de dinero que ha aportado su familia para sobrellevar la enfermedad de su hijo, asegura que ha sido la única forma en que se puede crear una estabilidad económica y familiar.

“Si todas las familias hicieran esto”, idealiza. Sus momentos felices con su hijo valen oro para él, pues aunque en Chontales no existía un centro con profesionales que atendieran el autismo, hasta hace unos meses, en parte gracias al Fondo, Denis Alexis ha recibido terapias que le han proveído un avance, “son pequeños logros, cosas insignificantes para otros, pero enormes para nosotros. Toda esta fuerza la sacamos del amor”, apunta García. 

SOBRE EL BANCO 

Entre todos los miembros cotizan cada mes C$1,570.

Estas se dan en ocho diferentes cuotas, dependiendo de las posibilidades de cada pariente: las cantidades son entre 20, 25, 30, 40, 50, 60, 65 y 100.

La ayuda es acorde con la cotización, es decir, que si un familiar lleva ahorrado 1,500 córdobas, se valora cuánto de eso necesita para entregarle.  

 

 Todos los noviembre de cada año la familia García Calero, los descendientes de los García Calero, hacen una asamblea para informar el estado del Fondo, la que aprovechan para compartir algún almuerzo, desayuno o cena. 


Y a los miembros que más necesitan se les da “extra”, sin necesidad de revisar cuántas cotizaciones llevan acumuladas.

También se hacen pequeños préstamos, en los que solo se incluye el deslizamiento de la moneda y un pequeño interés.

Con esas “ganancias” es que se dan ayudas extra.  


Tomado del diario digital, www.laprensa.com.ni, Managua, Nicaragua. 
Suplemento: Domingo.
Domingo 03 de Mayo del 2015. 


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