Juan Carlos García Calero muestra una fotografía de sus padres y
hermanos que adorna una de las paredes de la casa donde nacieron y se
criaron todos y donde él habita actualmente.
El clan es grande y su idea singular: 44 jefes de hogar aportan
distintas cantidades de dinero para un fondo familiar. Esa es la forma
cómo los García Calero, en Juigalpa, superan graves enfermedades y
muertes inesperadas.
Por: Mónica García Peralta.
De pequeño, Juan Carlos García Calero aprendió a contar así: “Una moneda
se junta con otra y cuando uno se percata ya es un billete. Que ese ya
es papel”, dice García. Él creó un fondo familiar hace 15 años por
insistencia de una de sus hijas y con la intención de atender
necesidades de salud de todos los miembros de su familia. “Lo demás solo
queda en imaginar. Desde que empezamos hasta este tiempo ya tenemos más
de un córdoba”, sonríe un hombre alto, moreno, con pocas arrugas a
pesar de su edad.
Xiomara, hija de García Calero, un día se quejó porque él era miembro de
una pequeña cooperativa de ahorro, conformada comerciantes de ropa
llamados “buhoneros”, quienes operaban en Juigalpa, su ciudad natal.
Ella también era parte del fondo, pero no le parecía bien que estuviera
prohibido dar un solo centavo a los familiares de los miembros. “Ustedes
se acuerdan de todos los demás, menos de la familia”, le dijo Xiomara a
su papá.
Las manos de don Juan Carlos evidencian trabajo de campo, carpintería
y algunas arrugas que no reflejan sus 70 años. Su corazón, un poco más
suave que sus manos, se conmovió por el reclamo de su hija, recuerda. “Y
de inmediato nació el Fondo de Ayuda a la Familia Juan Manuel García
Acevedo y Ángela María Calero Montiel, el 15 de enero de 1990. Ese
nombre fue en honor a mis padres, ambos fallecidos”, comenta.
Hasta
hoy, los García Calero, de Juigalpa, tienen depositados en un banco
local más de 77,000 córdobas. Ese dinero es lo que ha quedado después de
la ayuda que dan a sus parientes en forma de donaciones, en casos de
enfermedades graves y muertes o préstamos para necesidades de salud un
poco más básicas.
Familia organizada
Hay una máxima popular que apunta: “No se debe mezclar el dinero con la
familia”. Los García Calero son la prueba de lo contrario. Esta familia
es como las de antaño, con más de cien miembros a la fecha y recibe un
aporte mensual de 44 jefes de familia. Este dinero les saca de
dificultades “sin necesidad de andar estirando la mano”, asegura don
Juan Carlos.
Silvia García Reyes, junto a su papá Juan Carlos, se encargan de reunir
las cuotas y llevar libros de actas de cada entrada y cada salida que se
hace del Fondo familiar.
Todos los miembros del fondo familiar son descendientes directos de los
padres de don Juan Carlos. En su caso, él es el octavo de diez hermanos
que procreó esa pareja. Nació en 1944 y se crió en El Naranjito, una
comunidad pequeña a escasos kilómetros de Juigalpa, donde su papá tenía
“unas tierritas, una pequeña finquita que nosotros heredamos. Él era
obrero de la carpintería y nosotros nos despechamos con un serrucho en
la mano”.
Cuenta don Juan Carlos que la suya era una familia pobre. Él
particularmente no tuvo zapatos hasta los 12 años, por ejemplo. Y aunque
escasa, no faltó la educación. En su casa se habilitó una escuelita
comunal cerca de 1970, calcula. Ahí ingresaron todos los hermanos por
igual; don Juan Carlos, entonces de 8 años ingresó a primer grado, pero
no pudo terminar. Siempre tuvo sed por aprender lo más rápido posible,
porque tenía la sensación de que el acceso a la educación no duraría
mucho tiempo.
Todos los noviembre de cada año la familia García Calero, los
descendientes de los García Calero, hacen una asamblea para informar el
estado del Fondo, la que aprovechan para compartir algún almuerzo,
desayuno o cena.
El tiempo que estudió, según recuerda, fue bien aprovechado. De 8:00
de la mañana a 12:00 m. era la clase de “leer y escribir”: “No me
gustaba, no me gustaba. Por supuesto que algo aprendí, porque eran
maestras que en realidad enseñaban”. Luego de 2:00 de la tarde a 4:00
p.m. era la clase de Matemáticas en la sala de su casa. Las clases las
recibían en una mesa que aún está en pie y juntos los alumnos de
primero, segundo, tercer grado escuchaban las lecciones de la maestra
que les dictaba problemas, sumas, restas. El primero en terminar era
Juan Carlos, “me disculpan que lo diga”, ríe García, quien incluso
sorprendió a la maestra un día al resolver una división cuando apenas
ella le enseñaba a sumar.
Cuando la escuela se reactivó años
después, Juan Carlos no quiso seguir “porque ya era hombrecito” y
necesitaba trabajar. Su primer trabajo era ir a dejar desde El Naranjito
hasta Juigalpa unas lozas (vajilla artesanal). Luego don Juan Carlos se
hizo cargo del negocio de su papá, quien era carpintero. Llegó a ser
jefe de varios de sus hermanos mayores cuando solo tenía 15 años. “Es
que dicen que fui económico, de hecho cuando di la primera comunión, yo
le ayudé a mi papá con diez córdobas para la compra de las zapatillas”,
recuerda. Ahora vive “relativamente tranquilo” de la crianza de
gallinas, chompipes, cerdos, pelibueyes y algunas siembras en la finca
El Naranjito. Y además lleva 15 años como tesorero y casi contador del
fondo de la familia.
Solidaridad familiar
Silvia García Reyes es la actual presidenta del Fondo Ayuda a la
Familia: “Mi papá juega con los números”, dice Silvia, otra de las hijas
de don Juan Carlos, quien recuerda cómo fue su papá de ahorrativo.
“Los
zapatos de todos eran siempre de cuero”, aunque fueran grandes y para
ella un poco grotescos. Sin embargo, reconoce que solo así todos
pudieron salir adelante y ser profesionales. Y por unos momentos hasta
pudo mantener a seis hijos en la universidad al mismo tiempo.
Ahora
Silvia, como presidenta del Fondo, explica que el mismo está formado
con una junta directiva y todo. Presidente, secretario, tesorero,
vocales. Toda una pequeña organización. “Y ese dinero no es para
derrocharlo sí”, advierte. “Es para ayudas humanitarias. Para
necesidades que nos llegan inesperadas y con las que usualmente no
contamos. De esto se ayuda para lentes y visitas al médico regulares,
pero principalmente para muertes y enfermedades graves”.
Uno de los que más ha sido ayudado por este Fondo es Juan Manuel
García, sobrino de García Calero. De apariencia similar: moreno y
delgado, bastante alto. Difícilmente aparenta sus 40 y tantos años. “Es
que con esta crisis como está, hay que comerse hasta los años”, bromeaba
al respecto don Juan Carlos.
Juan Manuel nació también en El
Naranjito, pero ha vivido toda su vida en Juigalpa. De pequeño fue
travieso y algo burlón, características que aún mantiene. A los 14 años
empezó a trabajar porque le daba pena que sus padres le mantuvieran,
comenta.
Fue barbero, anotador y luego entró al mundo de la
radiodifusión. Es controlista, graba comerciales, es técnico medio en
Administración de Empresas y técnico medio en Comunicación. Se define
como alguien de espíritu alegre, amante del deporte, sobre todo el
beisbol y de su hijo: Denis Alexis.
Su pequeño, su “niño” como él le llama, ya tiene 18 años y fue
nombrado así en honor a dos grandes del deporte: Denis Martínez y Alexis
Argüello. Juan Manuel esperaba que fuera un atleta.
Sin embargo poco antes de los dos años se enteró que algo pasaba con su pequeño. “Me nació con autismo”, comparte.
Todos los noviembre de cada año la familia García Calero, los
descendientes de los García Calero, hacen una asamblea para informar el
estado del Fondo, la que aprovechan para compartir algún almuerzo,
desayuno o cena.
Juan Manuel sospechaba que su niño era distinto, pero tuvo la certeza
médica poco antes de que el pequeño cumpliera “los 2 añitos”.
El autismo de su hijo es una fase intermedia “que no es fácil, pero es término medio”.
El
muchacho de gran tamaño, también delgado, no se comunica con palabras,
solo con algunos escasos gestos. Camina en puntillas y a veces tiene
ataques de convulsión parecidos a los provocados por epilepsia.
“Primero comenzó una vez al año, después dos veces. Y el año pasado,
que fue el peor, porque convulsionó mes a mes. Ahí es donde entra el
Fondo de ayuda a la familia porque yo estoy topado económicamente y
aunque yo tengo el apoyo de mi esposa que trabaja, este es el éxito de
este Fondo. Yo nunca he pedido donaciones, en mi caso han sido
préstamos. Aunque en el camino la directiva ha decidido después de
valorar el caso y me han condonado parte de las deudas que he
utilizado”.
Esta familia, dicen sus miembros, siempre ha sido
unida, “no es perfecta, pero sí unida”, asegura don Juan Manuel. En los
momentos más difíciles de la enfermedad de su hijo ahí estuvieron todos.
Una
vez le padeció neumonía, que lo dejó en un estado grave. Y luego venían
las crisis en las que el pequeño no dormía toda la noche, tenía ataques
de furia y de nervios. “Pero ya le encontramos un tratamiento que lo
mantiene a él más o menos estable”, cuenta.
Aunque no revela la cantidad de dinero que ha aportado su familia
para sobrellevar la enfermedad de su hijo, asegura que ha sido la única
forma en que se puede crear una estabilidad económica y familiar.
“Si
todas las familias hicieran esto”, idealiza. Sus momentos felices con
su hijo valen oro para él, pues aunque en Chontales no existía un centro
con profesionales que atendieran el autismo, hasta hace unos meses, en
parte gracias al Fondo, Denis Alexis ha recibido terapias que le han
proveído un avance, “son pequeños logros, cosas insignificantes para
otros, pero enormes para nosotros. Toda esta fuerza la sacamos del
amor”, apunta García.
SOBRE EL BANCO
Entre todos los miembros cotizan cada mes C$1,570.
Estas se dan
en ocho diferentes cuotas, dependiendo de las posibilidades de cada
pariente: las cantidades son entre 20, 25, 30, 40, 50, 60, 65 y 100.
La
ayuda es acorde con la cotización, es decir, que si un familiar lleva
ahorrado 1,500 córdobas, se valora cuánto de eso necesita para
entregarle.
Todos los noviembre de cada año la familia García Calero, los
descendientes de los García Calero, hacen una asamblea para informar el
estado del Fondo, la que aprovechan para compartir algún almuerzo,
desayuno o cena.
Y a los miembros que más necesitan se les da “extra”, sin necesidad de revisar cuántas cotizaciones llevan acumuladas.
También se hacen pequeños préstamos, en los que solo se incluye el deslizamiento de la moneda y un pequeño interés.
Con esas “ganancias” es que se dan ayudas extra.
Tomado del diario digital, www.laprensa.com.ni, Managua, Nicaragua.
Suplemento: Domingo.
Domingo 03 de Mayo del 2015.
domingo, 3 de mayo de 2015
El Banco de los García Calero
Publicado por Josue B en 6:58
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