Gerardo Antonio Téllez, don Toño, es carpintero en el
Mercado Israel Lewites. Sus hijos quisieran que no trabajara, pero él dice que
si deja de hacerlo, se enferma.
A punto de cumplir 87 años, don Toño construye muebles,
escribe versos y canciones. Dice que el trabajo lo mantiene saludable.
Por: Amalia Morales.
Sus hijos se enojan con él. Si fuera por ellos, él no
estaría aquí en este cuartucho de ripios que arropan tablas, retazos de madera,
muebles descartados que a lo mejor algún día restaure, herramientas, serruchos,
una mesa larga al pie de la cual se planta a trabajar y a recibir encargos, y
una silla solitaria donde coloca el viejo maletín en el que, entre otras cosas,
guarda un cuaderno escolar en el que escribe versos y cánticos que se le
ocurren de repente.
Gerardo Antonio Téllez López tiene que contrariar a sus
hijos y venir aquí, a su taller, un tramo esquinero que está en el galerón de
la ropa, a la par de un taller de costura, en el mercado Israel Lewites.
Está acostumbrado a que lo llamen “don Toño” o “don Toñito”,
como le dicen cariñosamente algunos comerciantes que lo conocen desde hace
tiempo.
“Ellos saben que si me paran me enfermo”, dice sobre esa
petición que a sus 87 años le hacen, sobre todo, sus hijas, a las que escucha
discutir con sus hijos (cuatro varones), quienes argumentan eso que él también
sabe: que si deja de trabajar se enferma.
Y él, que ha enviudado dos veces y se ha sobrepuesto a dos
infartos, quiere vivir lo mejor posible. Por eso viene diario, de lunes a
viernes, y si hay trabajo pendiente, también llega los sábados. Los domingos
los dedica a la religión, es pastor evangélico de una iglesia que está en el
kilómetro 32 y 1/2 en la Carretera Vieja a León, cerca de donde él vive, en Los
Cedros, en el kilómetro 28.
A las 8:00 de la mañana abre su tramo taller y se pone a
trabajar.
El año pasado se metieron a robar al taller de don Toño, le
despedazaron el lugar y se llevaron gran parte de sus herramientas.
“Aquí vine preso”, dice don Toño. Cuando se pone a contar su
historia deja a un lado la gaveta en la que estaba ensimismado. “Sí, me
trajeron preso a trabajar en lo que fuera”, cuenta más y explica que en los
años ochenta, ya siendo pastor, lo acusaron de ser contrarrevolucionario y lo
encarcelaron seis meses. Como castigo lo mandaron a trabajar, así llegó a este
mercado, al que luego volvió para montar este taller de carpintería.
Pero don Toño no siempre fue evangélico ni pastor. Él, que
nació en Managua, en septiembre de 1928, recuerda que desde muy temprano sintió
que tenía vocación para ser religioso y de muchacho se alistó para ser
sacerdote. Tendría 17 o 18 años cuando entró al Seminario, en Managua,
dispuesto a cumplir con esa voluntad, pero estando allí se enamoró de una joven
novicia y ambos fueron expulsados. “No pude ser célibe”, dice con resignación y
aclara que a la novicia no volvió a verla. A él le hubiera gustado casarse con
ella, pero la familia no permitió que se vieran más. Así culminó también su
paso por el mundo católico. Tiempo después se volvería pastor evangélico.
430,000 personas sobrepasan los 60 años en este país. Gran
parte de ellas no recibe una pensión. Son y fueron trabajadores por cuenta
propia como don Toño quien se dedica a la carpintería en el Mercado Israel
Lewites. Para cualquier encargo pueden localizarlo al número celular 76650218.
CONTADOR
SIN PENSIÓN
Don Toño dice que la carpintería es algo que lo “traía en la
sangre”, que sus abuelos y bisabuelos fueron carpinteros, por eso, no precisó
de clases para aprender a darle forma a la madera. Cuando empezó a aserrar
tablas, cortarlas, formas piezas y armar muebles, le salió con naturalidad. En
el camino fue perfeccionando la técnica. Pero este no es el único empleo ni
oficio que ha tenido don Toño. Se bachilleró en el colegio Bautista en 1948 y
luego estudió Contabilidad.
Trabajó muchos años como contador, entre 1962 y 1975. Durante
ese tiempo recuerda que sus empleadores pagaron sus cuotas al Seguro Social. Él
mismo llevaba ese registro. Sin embargo, cuando años después se presentó con la
aspiración de tramitar su pensión, en su registro individual solo aparecieron
15 cuotas. Con eso no alcanzaba ni pensión reducida. Intentó batallar, pero
desistió y se puso a trabajar como maestro de obra aprovechando los estudios
que había adelantado en Ingeniería Civil, pero que no concluyó.
ANCIANO NO
“Fíjese don Toño, estoy comprando unos frijoles y necesito
que me haga una zaranda”, le explica un hombre gordo con delantal que acaba de
traspasar el umbral de su taller. Antes ha llegado otro hombre, conocido suyo,
con otro encargo, pero le ha dicho que regresará más luego.
Tras escuchar al comerciante, don Toño le dice que para hoy
no puede cumplirle, que mañana sí se puede dedicar a eso.
Don Toño revela su edad sin rodeos, sin embargo dice que él
sabe que mucha gente cuando lean sus años pensarán que se trata de un anciano
encorvado, y se agacha y simula agarrar un bastón invisible, y “yo no me veo como
un anciano”, dice este hombre erguido, de pasos rápidos, que se pone anteojos
para leer nada más, no necesita lentes para verificar números en la pantalla de
un celular.
Se ha casado tres veces. Con la mamá de sus diez hijos
estuvo casado durante cincuenta años hasta que ella falleció. Luego se ha
casado dos veces más. Su última esposa tiene 39 años.
VERSOS Y CÁNTICOS
Virtuoso, es quizá la palabra que mejor define a don Toño,
aunque hace poco alguien que conoció en el bus de regreso a su casa le dijo al
despedirse: “Que Dios bendiga su mente de enciclopedia”, o algo así. A veces
suelta las herramientas y recita poemas de Amado Nervo, o bien, saca el
cuaderno escolar y escribe versos y cánticos con una letra impecable y uno que
otro desliz ortográfico. Una de sus últimas cosechas es un poema que le
escribió a su nieta de 15 años. Se lo leyó por su cumpleaños, en mayo pasado, y
a la adolescente le rodaron lágrimas cuando oyó los versos que le inspiró al
abuelo.
En el mismo cuaderno escribió las estrofas de su última
canción.
Él mismo las canta y musicaliza con la guitarra que aprendió
a tocar. Dulce consuelo , como se llama la canción, la ha interpretado ya en
los servicios religiosos que presta los domingos. Enseña un carné que lo
acredita como “reverendo”, eso equivale a ser obispo, dice don Toño quien esta
jornada la va a dedicar por completo a la gaveta con cerradura. Fue al tramo de
la propietaria para probarla, y tras varios intentos, descubrió que no tenía
remedio, habrá que cambiarle la cerradura.
UNA VIDA SIN DESPERDICIO
Don Toño abre los ojos antes de las 5:00 de la mañana y se
acuesta a las 8:00 de la noche, por tarde. A lo largo del día, sus horas
transcurren en el taller de carpintería en el mercado que abre desde las 8:00.
Allí siempre se le encuentra haciendo algo, a veces conversa con los mismos
amigos y clientes que pasan por ahí. No sigue dietas, pero en su régimen
alimenticio no caben las gaseosas ni las comidas grasosas. “Prefiero un buen
gallo pinto”, dice y en las mañanas me tomo un café con pan”, dice este hombre
que bebe y come de todo, pero no en grandes cantidades. Tampoco es adicto a las
pastillas, se toma lo necesario.
Tomado del diario digital, www.laprensa.com.ni, Managua, Nicaragua.
Sección: Reportaje Especial.
Viernes 04 de Septiembre del 2015.
Fecha Original: Jueves 13 de Agosto del 2015.
El año pasado se metieron a robar al taller de don Toño, le despedazaron el lugar y se llevaron gran parte de sus herramientas.
Ver contenido original de esta noticia en:
http://www.laprensa.com.ni/2015/08/13/boletin/1882865-el-polifacetico-carpintero-del-israel-lewites?archive_page=1
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