La familia de Maribel Baldizón vive de la venta de frutas que ha instalado en la acera de la UCA.
Un puesto de frutas frescas emplea y alimenta a la familia de Maribel Baldizón.
Por: Amalia Morales.
El saco rojo está repleto hasta la mitad. Maribel Baldizón calcula
que ha pelado 150 mangos en el transcurso de la mañana y todavía no
termina. Maribel se sienta a la orilla del quiosco, a un lado tiene el
saco, en medio de las piernas tiene la pana donde va cayendo la cáscara
verde y rojiza de la fruta sazona y al otro lado tiene un balde con agua
donde deposita —y lava— la fruta amarilla que antes de venderse al
público pasa por un último proceso: cortarse en tajadas, embolsarse y
ponerla en la mesa para competir con bolsas de jocote y ensaladas de
frutas.
De sus 37 años, Maribel Baldizón lleva 28 años
ligada a la parada de la Universidad Centroamericana (UCA). Llegó con su
mamá a los 8 años y más tarde montó su propio puesto. “Estábamos más
allá, donde era el otro portón”, cuenta Maribel sobre el primer lugar
adonde llegó a vender.
Su primera venta, la propia, la hizo
con cien mangos. “La fui a cortar al palo de donde mi papa en la 14 de
Septiembre”, dice y aclara, entre risas, que no se los robó, se los
compró. Eran mangos lisos y los vendió todos.
Es casi mediodía y
Maribel, una mujer morena y gruesa, quiere salir de la tarea de mangos,
así que mientras conversa, pela mangos. A su espalda están dos de sus
seis hijos: Maynor, de 3 años, y Darwin José, de 16 años.
Maynor, quien viene al puesto desde los tres días de nacidos y anda en
camiseta y pañal desechable, se recuesta en un saco de naranjas. Intenta
jugar con el par de chocoyos que están en una jaula. En cambio, Darwin
José, vestido de uniforme, se alista para irse a clases. Se embadurna
los dedos con gel y se lo unta en un mechón de pelo revuelto. Maynor
estudia secundaria en el colegio Rigoberto López Pérez.
Maynor, el hijo menor de Baldizón, ha estado en el puesto con sus papás desde que tiene tres días de nacido.
Todas estas escenas ocurren en la acera de la UCA, por donde van y vienen estudiantes constantemente.
El esposo de Maribel, José Salomón Ruiz, acomoda bolsas de jocote y cada
cierto tiempo recoge migajas y limpia las mesas donde ofrecen las
frutas frescas.
La suegra de Maribel entra y sale del quiosco donde prepara el
almuerzo. Maribel y su familia no solo pasan el día aquí, prácticamente
allí viven.
Antes de irse a clases, tres hijos adolescentes asumen
distintos roles en el puesto de frutas y alternan las labores con sus
tareas escolares.
SIN COMPETENCIA
Aunque hay otros puestos de frutas en el sector, Maribel, orgullosa, asegura que no tiene competencia.Su puesto lo abre sobre las 4:30 a.m., luego van al mercado para abastecerse de frutas. Hacia las 5:00, sus primeros clientes pasan desayunando frutas. En panas descartables se llevan un aliño de sandía, piña, banano, melón. Eso depende de las frutas de temporada. El precio de las ensaladas —secas— de frutas oscila entre los 10 y 20 córdobas.
Maribel cuenta que tienen que ser frescas y naturales. No compra nada que parezca madurado con carburo. “Compro fruta de calidad”, dice Maribel, a quien no le gusta vender frutas del día anterior porque ya no tiene la misma calidad. La experiencia la ha hecho aprender. Toca una de las papayas que están sobre el mostrador del quiosco y dice que sabe que son naturales por la suavidad en su piel. Le hunde el dedo a una amarillenta y la piel cede. Eso significa que es natural.
Calcula que cuando la abra saldrá anaranjada y dulce. Aparte de los estudiantes, muchos oficinistas le pasan comprando las ensaladas que se preparan en su puesto. Algunas instituciones le hacen encargos de cuarenta, sesenta panas de ensaladas de frutas cuando tienen eventos. El instituto Nitlapan de la UCA, los del FNT (Frente Nacional de los Trabajadores) o gente que pasa en carro por ahí todos los días son algunos de sus clientes frecuentes.
Además de saber cuándo está madura o sazona, por el color, la textura y el olor, Maribel maneja los tiempos en que se cosechan. Sabe en qué época comienza y salen cada una. “Este jocote comenzó en febrero y ya va saliendo”, refiere.
La papaya, por ejemplo, sube de precio en noviembre y diciembre. Dice que puede llegar a costar el doble de los sesenta que cuesta en este momento.
También ha aprendido a distinguir a los clientes. La mayoría son mujeres, oficinistas. “Son las que más se cuidan, pero no crea también hay sus hombres vanidosos”, expresa Maribel, quien viene palpando un incremento en el consumo de frutas.
“Me imagino que debe ser por la salud, porque hay tantos problemas con la presión, la diabetes”, explica esta mujer que tiene problemas de presión. A pesar de ello, le gusta muy poco la fruta.
“Fíjese que las vendo pero casi no las consumo… de tanto verlas me tienen aburrida”, dice mientras frunce la boca, hace una pausa y desliza el cuchillo en la pana de cáscaras verdes.
Su marido, José Salomón, no siempre estuvo con ella en el puesto de frutas. Es albañil, pero ha tenido mala suerte con algunos trabajos, entonces, decidieron que mejor trabajara en el puesto. “Yo lo necesitaba aquí”, afirma Maribel, quien se presenta como líder sindical de los trabajadores por cuenta propia que trabajan en el sector de la UCA.
Hay 70 fijos y alrededor de 190 ambulantes. Allí se conocen todos, los que están a un lado y otro de la parada. Maribel explica que no deja que entre así nomás otro vendedor. “Si no trae récord policial no puede trabajar aquí”, asegura Maribel y agrega que la organización le ha dado seguridad a la comunidad que circula en ese sector.
El día laboral, que empezó en la madrugada, para Maribel termina a las 6:00 de la tarde y los sábados a las 3:00 de la tarde. En ocasiones, cuando los estudiantes están de vacaciones y las ventas se bajan, llegan los domingos, pero procuran irse a mediodía. Maribel tiene planes. Dice que está esperando cómo queda la ampliación que harán de la calle y ver cómo queda su puesto para ampliar la oferta del mismo: ofrecer batidos de fruta.
2,000
córdobas diarios invierte Maribel Baldizón en la venta de frutas en el puesto que tiene en la acera de la UCA. Maribel dice que la clave de su venta es la calidad del fruto, el aseo y la atención. Ella ha sido capacitada en la organización de trabajadores por cuenta propia para mejorar el servicio que presta. Maribel es recelosa en decir lo que gana, pero dice que al menos le da para comer, mandar a la escuela a sus hijos y pagar sus deudas.
Tomado del diario digital, www.laprensa.com.ni. Managua, Nicaragua.
Sección: Reportaje Especial.
Martes 28 de Abril del 2015.
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