jueves, 30 de abril de 2015

Los zapatos del eskimero

LA PRENSA/ A. MORALES      

Empujando un carro de paletas repasa a pie una docena de barrios de la capital. No le huye al sol ni al calor, al contrario, es cuando más puede ganar. 

Por: Amalia Morales. 

El bochorno que ha hecho en estos días no es que alegre a Antonio Ruiz. Cada cierto tiempo detiene el carro de Eskimo, jala el trapo rojo a cuadros que le cuelga del cuello como una bufanda corta y se lo restriega por la cara. Se enjuga el sudor que le corre por la frente y por los pliegues que se le forman alrededor de la boca, se lo vuelve a colgar y sigue caminando por el barrio San Luis, va en sentido norte-sur, poco después de las 2:00 p.m. Aunque está nublado, los vecinos del sector lo piensan antes de poner un pie en la acera y llamar al eskimero. Para Antonio el calor agobiante es una oportunidad de venta. En momentos así sabe que la gente está sofocada y urgida de refrescarse por cualquier medio. Su lógica es la misma de otros eskimeros, así que Antonio sigue andando y tocando las cuatro campanas del carro.

Antonio tiene horas específicas en las que pasa por algunas calles. A las 3:00 de la tarde, por ejemplo, dice que está girando por un laboratorio que está en el barrio Costa Rica. Hoy va un poco atrasado. Algunos clientes se lo hacen saber. “Ideay, te estaba esperando”, lo increpa un hombre de gorra desde el corredor de una casa. Como no le compra, Antonio apenas se detiene y sigue su viaje a pie. En breve llegará a la calle que bordea el cauce y que es el límite entre el San Luis y el Costa Rica, el penúltimo barrio que recorre Antonio en su periplo cotidiano.  

Esta clienta del barrio San Luis espera a Antonio, quien todos los días pasa por su casa alrededor de las 2:30 de la tarde. LA PRENSA/ A. MORALES    

Esta clienta del barrio San Luis espera a Antonio, quien todos los días pasa por su casa alrededor de las 2:30 de la tarde.     


Antonio se volvió vendedor de Eskimo después de que no halló más trabajo en la construcción. “No me ha ido mal”, dice con cierta frecuencia. Antonio es de una comunidad de Ciudad Darío. Se vino de allá a finales de los setenta, huyendo de una agricultura precaria y dura. “En la agricultura se sufre mucho”, dice Antonio, quien a pesar de los casi cuarenta años que lleva en Managua no ha perdido su acento norteño.

Como vendedor de paletas Antonio ha aprendido a recorrer la ciudad en sus horas más calurosas. Antes de las 8:30 a.m. llega a la agencia donde le surten el carro con paletas de sabores. A eso de las 10:00 ya va por callejones de Las Torres, donde él vive. Pasa por Quinta Nina, Chico Pelón y se mete al Oriental. Almuerza en los alrededores de El Novillo, paga 50 córdobas por el almuerzo y 12 por la gaseosa, cuenta este hombre de complexión delgada. Luego pasa por el 19 de Julio, otro barrio tragado por el Oriental, y luego le toca desandar ese trayecto.

En el agarradero del carro Antonio ha colgado un saco donde carga dos cosas fundamentales para su seguridad: una botella de agua y un machete. “No es peligroso pero por si acaso”, refiere y sobre el agua cuenta que esa botella la rellena unas cinco veces al día.   

Es evidente que para ser eskimero hay que ser caminante y resistente. “Un gordito no puede hacer esto, no aguanta”, asegura Antonio, quien ha sabido de otros que no aguantan ni un mes en esto. Él ha durado alrededor de treinta años y cambiando cada cuatro meses de zapatos. “Y esas botas militares solo duran tres meses”, aclara y, mirándose las botas negras de suela gruesa, aclara: “Estos son buenos, pero son más caros, me costaron seiscientos”.

Antonio cumple con un horario, solo tiene un día libre a la semana, los jueves, y gana tres córdobas por cada paleta que vende, por eso sigue siendo un trabajador informal, sin derecho a seguro ni pensión. Le gustaría que esa realidad suya cambiara.

Dice que los domingos no se puede descansar porque si en la semana se venden 60 o 70 paletas, los domingos se pueden vender 160 paletas, más del doble de lo que vende diario. 

Antonio Ruiz recorre barrios de la capital a la hora más calurosa con la ilusión de vender más rápido las paletas de sabores.  LA PRENSA/ A. MORALES  

 Antonio Ruiz recorre barrios de la capital a la hora más calurosa con la ilusión de vender más rápido las paletas de sabores.  


Lo más aburrido es la caminata, comparte, pero es evidente la costumbre, no cualquiera puede seguir el ritmo de sus pasos mientras empuja el carro con la barriga congelada.
“Eskiiiimo”, le grita una niña pequeñita desde una esquina mientras su abuela la vigila desde la puerta.

Antonio se regresa y despacha a la pequeña que quiere refrescarse con la paleta. Tres cuadras más adelante, otra mujer que lo ha estado esperando lo detiene y él, sin preguntar tanto, le despacha una paleta de chocolate, se nota que es una clienta. 

Responsable de familia

Antonio Ruiz es padre de familia. De sus cinco tiene a tres fuera. Dos en Costa Rica y una en Panamá. Los hijos que están en el exterior le ayudan a él y a su esposa, ama de casa, con problemas de salud. Antonio es un hombre sano. Dice que nunca se enferma y que cuando regresa a su casa después de una jornada de caminata ayuda en algunos quehaceres domésticos. Generalmente, la calle no le inspira miedo, pero dice que en una ocasión un hombre le pidió un cigarro y como no se lo dio porque él no fuma, el hombre le pegó un tiro en el pecho, cerca del hombro.  

Tomado del diario digital, www.laprensa.com.ni, Managua, Nicaragua.
Sección: Reportaje Especial. 
Jueves 30 de  Abril  del  2015.

martes, 28 de abril de 2015

El platillo de doña Chila

Lucila Rodríguez, de 79 años, ha hecho nacatamales  desde que llegó a vivir al barrio Camilo Chamorro.
LA PRENSA/ A. MORALES

 Lucila Rodríguez, de 79 años, ha hecho nacatamales desde que llegó a vivir al barrio Camilo Chamorro. 

Prepara nacatamales, helados de leche con jocotes que recoge de su patio y prepara su propio vinagre. 

Por: Amalia Morales. 

Lucila Rodríguez tenía 15 años cuando vino a conocer la capital y la cambió por Santa Cruz, poblado que está entre Estelí y La Trinidad.

Una prima le dijo:

—¿No te querés ir conmigo a Managua?

—Voy a ver si me gusta y me vine y me encantó Managua —dice Lucila sentada en una mecedora.

Recuerda cómo vino a dar a la capital, hace más de 60 años, mientras amarra los nacatamales de cerdo que en un par de horas pondrá a cocer en un perol.  

En Managua, Lucila echó raíces y más: estudió, se casó, tuvo dos hijos, enviudó, compró un terreno, construyó una casa, montó una venta que fue próspera y se dedicó a hacer —el que ha sido su producto rey— lo que su abuela materna, quien la crió, sabía preparar muy bien en aquel pueblo norteño: nacatamales.

“Como no había por aquí cerca, comencé a hacerlos”, con esas palabras Lucila, doña Chila, como la llaman parientes y clientes, deja entrever que la historia de los nacatamales está ligada a su llegada al barrio Camilo Chamorro, donde vive desde antes del terremoto de 1972.

El Camilo Chamorro, que se halla de los semáforos de la Rocargo hacia al lago, era una hacienda conocida como Los Riguero y se vendió en lotes. Había árboles y solares enormes. “Era muy bonito”, dice Lucila, quien enviudó a los 26 años y quedó con dos hijos.

Al poco tiempo, vio que nadie hacía nacatamales y decidió desempolvar las enseñanzas de su abuela. Hizo masa de maíz, compró carne de cerdo, hojas y comenzó a hacer el platillo típico.

Paralelamente, surtió una venta con frutas, verduras, granos básicos, carnes, artículos de aseo de los que se abastecía en el mercado Oriental. “Aquí había de todo. Hasta hueso traía para la sopa de los domingos”, dice sobre la variedad de carnes que ofrecía.

Con 79 años, todavía sigue yendo al mercado. Procura ir en las mañanitas. A eso de las 6:30 a.m. para volver antes de las 9:00. A esa hora el sol aún no pega fuerte.  

Cuenta que en los años ochenta pasó por su mejor momento con la venta. Vendía hasta 350 nacatamales. Tenía un cliente, Carlos Belli, que le encargaba hasta cincuenta. Los pasaba llevando los sábados, el día que pagaba la planilla a sus trabajadores les daba un nacatamal para el desayuno dominguero. Sin embargo, recuerda que la escasez de los ochenta la obligaba a salir de la capital en busca de la carne y las hojas. Iba hasta Tipitapa o a veces hasta Masaya, donde aprovechaba para comer perrerreque bien hecho.  

“A punta de nacatamal” pagó una deuda de casi cuatro mil dólares y se salvó de que el banco le hipotecara su vivienda.  LA PRENSA/ A. MORALES  

 “A punta de nacatamal” pagó una deuda de casi cuatro mil dólares y se salvó de que el banco le hipotecara su vivienda.  

TRABAJO TEDIOSO    
“Esto lleva mucho trabajo”, dice concentrada en amarrar otro nacatamal de cerdo que aliñó con maíz, tomate, arroz, papa y hierbabuena.

“Tiene que saberse hacer la masa, el tuco de carne es guanacada”, comenta y agrega: “Yo antes hacía a veces el maíz nisquezado, después se sancocha, a ese maíz se le echa pepena, chiltoma, hierbabuena, cilantro, ajo, su achote y papa y eso se manda a moler. Ya no lo hago sancochado ese maíz, hago frita la masa, me dio mejor resultado. Lo frío con manteca que yo la hago. Compro tocino, yo lo frío y hago mi manteca. Y el chicharrón se lo echo a la masa”.

Además de criar a sus hijos, una mujer y un hombre, dice que crió a un poco de sobrinas y sobrinos.

Ahora vive con un par de ellos que le ayudan en los distintos menesteres de la hechura del nacatamal y de la venta.

La sobrina se encarga de la cocción de la masa y el sobrino, José David, un muchacho que la acompaña en la pulpería, le va pasa algunos ingredientes. “Pasame el vinagre”, “¿estas son las naranjas agrias?”, pregunta.

Cuando los nacatamales están envueltos amarrados y colocados en las panas, José David las carga hasta el patio.

“Las hojas se ponen cruzadas”, dice mientras aliña un nacatamal de pollo. Pone una vertical, la otra perpendicular y la tercera en otra dirección.

“Si se ponen iguales se rompen”, comenta esta mujer que alguna vez hizo frente a una deuda de banco con las ganancias de este plato tradicional.    

La deuda no era suya. Le hizo el favor a una conocida y le prestó su escritura para que hipotecara su casa a cambio del préstamo. Sin drama, cuenta que la pariente quedó mal y no tuvo más que hacer frente a la deuda. Dice que arregló pagar en un año, pero terminó pagando en nueve meses. “A puro nacatamal la saqué. Así he sido yo de responsable”, reflexiona esta mujer de carácter enérgico.

A doña Chila tampoco le gusta sacar productos al crédito. Todo lo que tiene de venta es porque lo paga al contado, según explica esta señora quien nunca tuvo un empleo formal.

“Siempre he trabajado por mi cuenta. Es que los patrones a mí no me gustan. No me gusta compartir mi dinero con nadie. Mi dinero es mío”, dice refiriéndose al sistema de Seguridad Social. Se sonríe con sus ocurrencias. “Siempre me ha gustado el negocio, que sea mío para que nadie me mande”. En parte, por eso, nunca se volvió a casar. Dice que todavía llegan algunos “viejos locos” a molestarla. 

Doña Lucila invierte alrededor de mil córdobas  para hacer nacatamales y le quedan 600 de ganancia, con eso financia la carne que se compra en su casa.  LA PRENSA/ A. MORALES  

Doña Lucila invierte alrededor de mil córdobas para hacer nacatamales y le quedan 600 de ganancia, con eso financia la carne que se compra en su casa.   

LA SIESTA INQUEBRANTABLE       
En la vida de doña Chila hay un acto cotidiano irrenunciable: la siesta. Para ella ese descanso vespertino que hace inmediatamente después de que almuerza, es vital. “Me da sueño después que como”, aclara doña Chila, quien aparenta menos años. Cree que la siesta le ha ayudado a sobrellevar sus males de salud. Hace poco le hicieron una cirugía en un busto y convive con la diabetes.

Esta tarde de viernes, está sufriendo porque ha retrasado unos minutos la puesta de los nacatamales y ha postergado su siesta. “No he almorzado porque ahí no más me da sueño”, dice al mismo tiempo que espanta a las gallinas y el gallo que se pasean por el patio donde hay varios árboles frutales, entre ellos cuatro jocotes que todavía están dando frutos. José David, a su lado, sostiene la pana de la que ella saca los nacatamales. El fuego lo enciende después su sobrina. Usa carbón en lugar de leña.

“Es mejor”, dice doña Chila porque no sale humo. El toque final en la olla se lo da con unas hojas sobrantes. Mientras se retira echa una mirada al patio, parece recordar algo y le pregunta a José David: “¿Ya me lavaste los jocotes?” Cuando se levante, tras la siesta, se pondrá a preparar los helados de jocote con leche, que en estos tiempos de calor tienen gran demanda. Estar ocupada es lo que mantiene viva a doña Chila. 

A doña Chila le gusta preparar algunos ingredientes y alimentos: compra ácido acético en la farmacia, prepara la caramelina (con azúcar y luego revuelve con agua), cebolla y con estos ingredientes elabora el vinagre oscuro que vende en la pulpería. “Antes uno aprendía a hacer de todo”, comenta Lucila Rodríguez, una mujer de 79 años.

Ella también sabe hacer la manteca con la que fríe la masa para sus nacatamales. Hace frescos de diferentes frutas, como tamarindo o  una ensalada de banano, piña y sandía. Dice que al vecindario le gustan sus productos y su cuchara.

Ella también sabe hacer la manteca con la que fríe la masa para sus nacatamales. Hace frescos de diferentes frutas, como tamarindo o una ensalada de banano, piña y sandía. Dice que al vecindario le gustan sus productos y su cuchara.
 
Tomado del diario digital, www.laprensa.com.ni, Managua, Nicaragua.  
Sección: Reportaje Especial.
Martes 28 de Abril del 2015.
Fecha Original: Lunes 27 de Abril del 2015.  


A punta de frutas

La familia de Maribel Baldizón vive de la venta de frutas que ha instalado en la acera de la UCA.
LA PRENSA/ A. MORALES  

La familia de Maribel Baldizón vive de la venta de frutas que ha instalado en la acera de la UCA. 

Un puesto de frutas frescas emplea y alimenta a la familia de Maribel Baldizón.  

Por: Amalia Morales.  

El saco rojo está repleto hasta la mitad. Maribel Baldizón calcula que ha pelado 150 mangos en el transcurso de la mañana y todavía no termina. Maribel se sienta a la orilla del quiosco, a un lado tiene el saco, en medio de las piernas tiene la pana donde va cayendo la cáscara verde y rojiza de la fruta sazona y al otro lado tiene un balde con agua donde deposita —y lava— la fruta amarilla que antes de venderse al público pasa por un último proceso: cortarse en tajadas, embolsarse y ponerla en la mesa para competir con bolsas de jocote y ensaladas de frutas.

De sus 37 años, Maribel Baldizón lleva 28 años ligada a la parada de la Universidad Centroamericana (UCA). Llegó con su mamá a los 8 años y más tarde montó su propio puesto. “Estábamos más allá, donde era el otro portón”, cuenta Maribel sobre el primer lugar adonde llegó a vender.

Su primera venta, la propia, la hizo con cien mangos. “La fui a cortar al palo de donde mi papa en la 14 de Septiembre”, dice y aclara, entre risas, que no se los robó, se los compró. Eran mangos lisos y los vendió todos.

Es casi mediodía y Maribel, una mujer morena y gruesa, quiere salir de la tarea de mangos, así que mientras conversa, pela mangos. A su espalda están dos de sus seis hijos: Maynor, de 3 años, y Darwin José, de 16 años. 

Maynor, quien viene al puesto desde los tres días de nacidos y anda en camiseta y pañal desechable, se recuesta en un saco de naranjas. Intenta jugar con el par de chocoyos que están en una jaula. En cambio, Darwin José, vestido de uniforme, se alista para irse a clases. Se embadurna los dedos con gel y se lo unta en un mechón de pelo revuelto. Maynor estudia secundaria en el colegio Rigoberto López Pérez.  

Maynor, el hijo menor de Baldizón, ha estado en el puesto con sus papás desde que tiene tres días de nacido.  LA PRENSA/ A. MORALES  

 Maynor, el hijo menor de Baldizón, ha estado en el puesto con sus papás desde que tiene tres días de nacido.  

Todas estas escenas ocurren en la acera de la UCA, por donde van y vienen estudiantes constantemente. 

El esposo de Maribel, José Salomón Ruiz, acomoda bolsas de jocote y cada cierto tiempo recoge migajas y limpia las mesas donde ofrecen las frutas frescas.  

La suegra de Maribel entra y sale del quiosco donde prepara el almuerzo. Maribel y su familia no solo pasan el día aquí, prácticamente allí viven.

Antes de irse a clases, tres hijos adolescentes asumen distintos roles en el puesto de frutas y alternan las labores con sus tareas escolares. 

SIN COMPETENCIA    
Aunque hay otros puestos de frutas en el sector, Maribel, orgullosa, asegura que no tiene competencia.

Su puesto lo abre sobre las 4:30 a.m., luego van al mercado para abastecerse de frutas. Hacia las 5:00, sus primeros clientes pasan desayunando frutas. En panas descartables se llevan un aliño de sandía, piña, banano, melón. Eso depende de las frutas de temporada. El precio de las ensaladas —secas— de frutas oscila entre los 10 y 20 córdobas.

Maribel cuenta que tienen que ser frescas y naturales. No compra nada que parezca madurado con carburo. “Compro fruta de calidad”, dice Maribel, a quien no le gusta vender frutas del día anterior porque ya no tiene la misma calidad. La experiencia la ha hecho aprender. Toca una de las papayas que están sobre el mostrador del quiosco y dice que sabe que son naturales por la suavidad en su piel. Le hunde el dedo a una amarillenta y la piel cede. Eso significa que es natural.

Calcula que cuando la abra saldrá anaranjada y dulce. Aparte de los estudiantes, muchos oficinistas le pasan comprando las ensaladas que se preparan en su puesto. Algunas instituciones le hacen encargos de cuarenta, sesenta panas de ensaladas de frutas cuando tienen eventos. El instituto Nitlapan de la UCA, los del FNT (Frente Nacional de los Trabajadores) o gente que pasa en carro por ahí todos los días son algunos de sus clientes frecuentes.

Además de saber cuándo está madura o sazona, por el color, la textura y el olor, Maribel maneja los tiempos en que se cosechan. Sabe en qué época comienza y salen cada una. “Este jocote comenzó en febrero y ya va saliendo”, refiere.   

La papaya, por ejemplo, sube de precio en noviembre y diciembre. Dice que puede llegar a costar el doble de los sesenta que cuesta en este momento.

También ha aprendido a distinguir a los clientes. La mayoría son mujeres, oficinistas. “Son las que más se cuidan, pero no crea también hay sus hombres vanidosos”, expresa Maribel, quien viene palpando un incremento en el consumo de frutas.  

LA PRENSA/ A. MORALES  


“Me imagino que debe ser por la salud, porque hay tantos problemas con la presión, la diabetes”, explica esta mujer que tiene problemas de presión. A pesar de ello, le gusta muy poco la fruta.

“Fíjese que las vendo pero casi no las consumo… de tanto verlas me tienen aburrida”, dice mientras frunce la boca, hace una pausa y desliza el cuchillo en la pana de cáscaras verdes.

Su marido, José Salomón, no siempre estuvo con ella en el puesto de frutas. Es albañil, pero ha tenido mala suerte con algunos trabajos, entonces, decidieron que mejor trabajara en el puesto. “Yo lo necesitaba aquí”, afirma Maribel, quien se presenta como líder sindical de los trabajadores por cuenta propia que trabajan en el sector de la UCA.

Hay 70 fijos y alrededor de 190 ambulantes. Allí se conocen todos, los que están a un lado y otro de la parada. Maribel explica que no deja que entre así nomás otro vendedor. “Si no trae récord policial no puede trabajar aquí”, asegura Maribel y agrega que la organización le ha dado seguridad a la comunidad que circula en ese sector.

El día laboral, que empezó en la madrugada, para Maribel termina a las 6:00 de la tarde y los sábados a las 3:00 de la tarde. En ocasiones, cuando los estudiantes están de vacaciones y las ventas se bajan, llegan los domingos, pero procuran irse a mediodía. Maribel tiene planes. Dice que está esperando cómo queda la ampliación que harán de la calle y ver cómo queda su puesto para ampliar la oferta del mismo: ofrecer batidos de fruta.  

2,000
córdobas diarios invierte Maribel Baldizón en la venta de frutas en el puesto que tiene en la acera de la UCA. Maribel dice que la clave de su venta es la calidad del fruto, el aseo y la atención. Ella ha sido capacitada en la organización de trabajadores por cuenta propia para mejorar el servicio que presta. Maribel es recelosa en decir lo que gana, pero dice que al menos le da para comer, mandar a la escuela a sus hijos y pagar sus deudas.  

Tomado del diario digital, www.laprensa.com.ni. Managua, Nicaragua.
Sección: Reportaje Especial.
Martes 28 de Abril del 2015.      


 


viernes, 24 de abril de 2015

Cortadora de vidrios

Liliam Roque muestra parte de su trabajo que consiste en forrar con vidrios de colores las vasijas de barro. ha creado una variedad de diseños como mariposas, jarros, hongos,  ranas lapiceras, entre otros.
LA PRENSA/ A. MORALES

Liliam Roque muestra parte de su trabajo que consiste en forrar con vidrios de colores las vasijas de barro. ha creado una variedad de diseños como mariposas, jarros, hongos, ranas lapiceras, entre otros. 

Tras ocho años de estadía en México aprendió a forrar vasijas de barro con vidrios de colores. 

Cuando se fue de Nicaragua tras el “sueño americano”, Lilliam Roque no era artesana. Era una más de ese ejército de miles que abandona su país y emprende hacia el norte un viaje incierto, plagado de peligros, sostenido solo por la ilusión de mejorar su situación económica.

A Lilliam se la llevó el mismo “coyote” que se había llevado a su hija mayor años antes. Ella, quien ahora vive en Los Ángeles, fue quien costeó la travesía de Lilliam hasta Tapachula, México, donde el coyote la dejó a ella y a otros dos. Les dijo que iba a otro estado mexicano a resolver unos problemas, que volvía en una semana, pero nunca llegó. Los tres se quedaron trabajando en una casa “por comida y techo”, dice Lilliam y añade que nunca agarraron ni un peso. No estaban secuestrados. Podían salir, pero con mucho cuidado porque vivían con miedo de que los agarrara “la migra”. 

El taller de Lilliam Roque funciona en su casa en Nagarote. Desde el terremoto de abril del 2014 las paredes del zaguán quedaron rajadas y parte de la vivienda no se puede habitar.  LA PRENSA/ A. MORALES    

El taller de Lilliam Roque funciona en su casa en Nagarote. Desde el terremoto de abril del 2014 las paredes del zaguán quedaron rajadas y parte de la vivienda no se puede habitar.  

“Un día llegó Migración por la noche y salieron corriendo todos. Menos yo. Si me corro me van a agarrar, pensé”. Después de ese incidente, los otros decidieron regresarse. Ella no. “Yo no me regreso derrotada a Nicaragua. Yo tengo que seguir adelante”, se decía aún en contra de los consejos que le daba su hija, quien también sugería retornar.


TROQUELAR, PINTAR MUEBLES
Ese deseo de avanzar llevó a Lilliam por otros caminos. Se quedó y tuvo varios trabajos. Estuvo vendiendo pozol para una señora que la trataba bien, dice. Estando allí conoció a un chofer de furgón, un trailero, como les dicen popularmente en México, y este hombre la invitó a viajar a Guadalajara con él para que se encargara del cuido de sus hijas pequeñas.

Su hija le dijo que tuviera cuidado, que “los traileros son bandidos” y podía estar tramando otra cosa. Ella también lo pensaba, pero aceptó la oferta de empleo. Viajó con él a Guadalajara, y en efecto el hombre la llevó a una casa donde la esperaban dos niñas pequeñas de las que comenzó a hacerse cargo: acompañarlas, cocinarles, llevarlas a la escuela. A cambio recibía un salario y un lugar donde vivir. “El hombre fue muy formal, muy decente”, recuerda Lilliam, quien pensaba en trabajar para enviar dinero a Nagarote, Nicaragua, para el sustento de su mamá y una nieta.

Esa fue la razón por la que Lilliam buscó un empleo extra en un taller de hierro, donde pidió empleo y le enseñaron a troquelar y a armar hierro, algo que nunca había hecho antes a sus 48 años. 

En Nagarote, Lilliam había trabajado como colectora en la Alcaldía. 

Los precios de las figuras y jarrones decorados con vidrios oscilan entre cien y setecientos  córdobas.  LA PRENSA/ A. MORALES    

 Los precios de las figuras y jarrones decorados con vidrios oscilan entre cien y setecientos córdobas. 

“Empecé a cortar fierros y armar acoples para vehículos”, cuenta orgullosa esta mujer de 56 años. 

MARIPOSAS DE VIDRIO
Después entró a otro taller donde pintaban muebles y también aprendió a pintar.

Vivía en Tonalá, sitio al que recuerda como una ciudad de artesanos. Pasó por otro taller donde trabajaban con vidrio, pidió un chance y aprendió a cortar y pegar vidrio en vasijas de barro, una técnica que parece sencilla pero requiere precisión y paciencia. Ahora, de cortar, pintar y pegar vidrio, Lilliam está intentando vivir en Nagarote, su pueblo natal. Jarrones y figuras de barro como mariposas, hongos, frutas, los decora con vidrios de colores y trozos de espejos.

Donde los exhibe resulta una novedad. Cree que es de las pocas, o tal vez la única, en confeccionar artesanías con esa técnica.

Por ahora, su principal vitrina es un quiosco del parque municipal de Nagarote, que está pensando dejar por los altos costos del alquiler del local.

Lo poco que ha mostrado en el quiosco ha cautivado a turistas nacionales que llegan a Nagarote a comer quesillo.

De las piezas que vende está resolviendo las necesidades domésticas y de salud de su mamá y su nieta.

Lilliam no pudo traer todas las herramientas que hubiera querido para perfeccionar su técnica y para mejorar el acabado de las piezas como ella quisiera. Dice que le faltan un soplete y un compresor que le ayudarían a fijar mejor la pintura.  

En el trabajo minucioso de cortar las placas de vidrio se involucran su mamá, doña Cristina y su nieta, Naylet Merced. Por ellas Lilliam volvió, tras ocho años de haberse establecido en México.

Su historia de inmigrante no tuvo los pasajes tétricos de tantos otros, en su caso valora que trabajó “como un animal” y aprendió varios oficios que ahora le permiten presentarse y ejercer como “artesana”. 

“Hice muchas cosas, muchas y el terremoto del año pasado me quebró todo  lo que había invertido, prácticamente me dejó en la calle. Pero no me desanimé, a empezar de nuevo”. Liliam Roque,  artesana que ha creado su taller en Nagarote.  

 “Hice muchas cosas, muchas y el terremoto del año pasado me quebró todo lo que había invertido, prácticamente me dejó en la calle. Pero no me desanimé, a empezar de nuevo”.
Liliam Roque, artesana que ha creado su taller en Nagarote. 

Los mangos de doña Cristina
Desde la calle lo que se mira es una mesa de mangos maduros y una pana con jocotes entre sazones y rojos, detrás de la cual se sienta doña Cristina Baltodano, de 77 años, la mamá de la artesana Lilliam Roque. A pocos metros de la mesa de frutas, en el mismo zaguán de paredes rajadas por el terremoto del año pasado, funciona el taller de Lilliam.

Hay una gran cantidad de vasijas y figuras de barro que la artesana encarga a señores de La Paz Centro y que luego ella pinta y decora con vidrios y espejos.

A Lilliam le gustaría ampliar el taller de artesanías en otra parte de la casa que quedó inhabilitada tras el terremoto de abril del año pasado. Ella cuenta que había venido a pasar Navidad del 2013 con su mamá y decidió montar un negocio en la casa, para ello vendió un terreno que tenía en México e invirtió el dinero en materiales y herramientas. Pero todo se vino abajo con el sismo. Ahora, dice, está empezando de cero en el mismo lugar que cita de Enitel tres cuadras y media arriba, en Nagarote. Para cualquier información su número de celular es: 89399079.   

Tomado del diario digital, www.laprensa.com.ni, Managua, Nicaragua.
Sección: Reportaje Especial.
Viernes 24 de Abril del 2015.
Fecha Original: Miércoles 22 de Abril del 2015.


jueves, 16 de abril de 2015

“El éxito requiere de sacrificios”

Fotos: LA PRENSA/L.E. MARTÍNEZ M.  

 Empezó con una pequeña tienda y hoy es la propietaria de uno de los negocios más prósperos de Matagalpa, al punto que fue distinguida en 2014 por el INDE. Aquí explica cómo se logra el éxito. 

Por: Luis Eduardo Martínez M.

Su historia es inspiradora. Originaria de una comunidad rural cercana a la ciudad de Matagalpa, Yelba Chavarría de Calderón buscó empleo como dependiente de una tienda para sostener sus estudios nocturnos de educación secundaria y luego la carrera de contabilidad, la cual ejerció durante ocho años, para una delegación de Gobierno, hasta que en 1988 decidió abrir una pequeña tienda en casa de una cuñada.

Hoy es dueña de Importaciones Yelba, uno de los establecimientos comerciales más grandes en Matagalpa, en el que genera entre veinte y cincuenta empleos sin incluir a “un montón” de familiares que le apoyan en “temporadas altas” y por cuyo crecimiento y sostenibilidad fue nombrada como Empresaria Distinguida por el Instituto Nicaragüense de Desarrollo (INDE), en 2014, durante la celebración del Día del Empresario, celebrado por el Consejo Superior de la Empresa Privada (Cosep).

Destaca, además, por su activa participación en diversas causas altruistas como miembro de las juntas directivas del Patronato de Reos, la filial departamental de la Fundación Teletón, Club de Leones, entre otras; así como en la dirigencia de la Cámara de Comercio e Industrias de Matagalpa y el INDE, porque “uno tiene que compartir lo que ‘Papá Chú’ le regala”.  

¿Cómo hace con el tiempo, para atender tantas actividades sin descuidar a la familia y al negocio?

(Ríe) En este caso el Señor te da las fuerzas que necesitás para poderlas cumplir, hijo. En mi casa también trato de involucrar a mis hijas en todas estas cosas.  

¿A qué atribuye el éxito, el crecimiento de su empresa?

Pienso que es por el trato que brindamos al cliente, porque a la gente le gusta ser bien tratada y hay lugares donde usted llega y no se siente identificado, ni por las vendedoras mucho menos por el dueño, entonces yo siempre estoy al frente, viendo si el cliente pasó adelante, si es que no compró porque no había el producto o si no le gustó, por lo menos para ir viendo qué hay, qué no hay en la tienda. Trato de mantener aunque sea dos o tres piezas de cada cosa, porque usted entra por una cosa y salió con otra. Es lo que realmente siento que es el éxito de la tienda: tener de todo un poquito, pero de todo. 

Matagalpa ha enfrentado algunas crisis, como las del café, por ejemplo, que es muy incidente en la economía local, ¿cómo las ha superado?

Lo que hemos hecho es bajar los porcentajes de utilidades, porque a veces no es tan difícil subir precios, sino mantenerlos bajos; hemos tratado de bajar los márgenes de utilidad, más para mantener a los empleados y a la clientela. Si la economía no anda tan bien, como se dice, pues tratando de mantenerse en el mercado y priorizando mercaderías (…), trabajando por temporadas, porque por ejemplo, al empezar el año escolar pedimos con tiempo los uniformes escolares. Un señor los hace en Granada con las exigencias de los estudiantes, un pantalón con buena tela y que se vende a buenos precios. Luego preparamos para lo del mes del amor y la amistad, después lo de verano, entonces así, lo que es de temporadas.  

En la ciudad abren negocios, pero subsisten poco tiempo, ¿a qué se debe y cómo su negocio se ha sostenido?

Es bien triste abrir un nuevo negocio, porque a veces, por la misma inexperiencia como empresario, uno cree que de la noche a la mañana va a generar ganancias, que hoy puse el negocio con todo el surtido y todo lo bueno que le ponga, pero tal vez no tienen el carisma de estar pendiente del cliente. Tampoco es que de la noche a la mañana el negocio va a florecer, a como dicen, el tiempo es el mejor aliado. Entonces, a veces la gente se desanima con facilidad, como no vieron lo que esperaron en el momento entonces decidieron mejor cerrar el negocio, pero la verdad es que abrir un negocio es muy difícil (…), cuando empecé fue duro, “que no hay (dinero) para tal cosa”, entonces mi esposo un día me dice: “si la tienda no te está dando, entonces es mejorar cerrar”, pero yo le decía que no era que la tienda no diera, porque si lo que usted gana se lo va a empezar a comer no va a hacer nada y hay personas que cuando empiezan a ver que el negocio florece, entonces se van a comprar un carrazo del año, se fueron a hacer viajes de placer. En cambio, aquí nosotros estamos, como dice la canción, de sol a sol. En vacaciones es cuando uno más trabaja. Por ejemplo, en Navidad, nos hemos ido a las 11, 12 de la noche y ya uno llega a casa solo con ganas de sentarse y quitarse los zapatos; pero si usted quiere ver florecer su negocio tiene que sacrificarse en todo el sentido de la palabra, porque el éxito requiere de sacrificios. 

De manera general, ¿cuál es su opinión sobre la relación Gobierno- empresa privada?  

¿Qué le digo? Pienso que ayudan, pero una vez le decía a alguien que el Gobierno abre las puertas al extranjero que viene a poner un negocio y, digamos, tal vez a los que estamos aquí adentro, al que viene labrando el piso desde abajo, a veces se le ponen algunas trabas y no lo dejan superarse (…) yo por lo menos no he tenido problemas con el Gobierno, hace algunos años eran bien duros con los impuestos. En los tiempos de Byron Jerez teníamos el terrorismo fiscal que hasta hacíamos manifestaciones en la calle, pero gracias a Dios todo eso se ha superado. Y yo pienso que sí ha habido buena relación en cuanto a lo que es el Gobierno con la empresa privada.

Empresaria Yelba Chavarría  


¿A quién beneficia esa relación?

Yo pienso que a pequeños y grandes, o al que es inteligente. Ríe. 

Y a nivel local, ¿cómo es la relación del Gobierno municipal con la empresa privada?  

Pues aquí en Matagalpa no hemos tenido ningún problema, siempre que se les pide colaboración siempre hemos tenido respuestas positivas (…), hay otros lugares donde las alcaldías es muchísimo lo que cobran de impuestos, entonces al comerciante no lo dejan expandirse. 

Pero aquí el sector comercial critica el crecimiento del comercio informal, incluso la realización de tantas ferias, ¿de qué manera les afecta?

Bueno, eso de las ferias siempre lo hemos comentado con la Alcaldía, que no es conveniente ese montón de ferias que se montan, porque al final de cuentas, ¿qué es lo que pasa?, vienen de otros lados a hacer sus agostos a las ferias aquí en Matagalpa y ahí mucho se ve la delincuencia que prevalece en esos días, viene mucha gente disfrazada de que vienen al negocio y andan robando, mucha delincuencia, se supone que las ferias es algo de que usted vaya a comprar cosas rebajadas, pero venden mucho más caro (…), afean la ciudad y ponen ese montón de chinamos y mire cómo se vienen quedando ese montón de chinamos en las calles, que eso realmente le quita la parte bonita a la ciudad. Esos negocios en la calle que dañan a la población, porque las aceras están ocupadas por las ventas y la gente se tiene que salir a la calle y expuesto a que un vehículo lo vaya a atropellar. Entonces lo hemos estado viendo con la Policía, como Cámara de Comercio, y se le exponían todos esos casos al comisionado, porque realmente tenemos que buscar cómo ordenar la ciudad. Entonces él decía que la gente se molesta, pero si no ponen las cartas sobre la mesa nunca lo vamos a lograr. 

Matagalpa es uno de los territorios más diversificados productivamente, pero antagónicamente mucha gente vive en condiciones de pobreza, ¿hacia dónde se debe apuntar para cambiar esa realidad?

Como INDE estábamos viendo que una de las formas podría ser, y ya estamos más o menos en conversaciones para ver si se puede, traer una zona franca, porque aquí lo único que la gente tiene es para ir a cortar café y mire cuánta gente está emigrando y la mayoría para Costa Rica, pero si pusiéramos algo para generar empleos y la gente no tenga que estar emigrando, la realidad cambia. 

¿Qué le aconseja a sus colegas y a las autoridades para mejorar la economía en Matagalpa?

Que le dediquemos un poco más de tiempo a la pequeña industria, que haya más capacitaciones; a los colegas que estén más pendientes de sus clientes, estar siempre al “pie del cañón” y ser cuidadosos con la administración para seguir adelante. 

Tomado del diario digital, www.laprensa.com.ni, Managua, Nicaragua. 
Sección: Empresariales.
Jueves 16 de Abril del 2015.
Fecha Original: Miércoles 15 de Abril del 2015.

viernes, 10 de abril de 2015

Bienvenido al hotel para perros

En el hospedaje Basari no solo se aloja a los perros, también se les enseña a ser más sociables.
LAPRENSA/J.TORRES

En el hospedaje Basari no solo se aloja a los perros, también se les enseña a ser más sociables.

Esta es la historia de éxito de unos profesionales que por amor al mejor amigo del hombre lo dejaron todo, incluida una empresa prometedora. 

Por: Wendy Alvarez Hidalgo. 

Hace tres años Bayardo Rivas y su esposa Sandra Rivas eran profesionales con un futuro prometedor. No eran empleados, sino empleadores. Él era un informático propietario de una empresa consultora; y ella psicóloga y socia del negocio. Y aunque todo iba bien en la empresa, ambos sentían que iban contra lo que realmente les gusta hacer: cuidar perros.

Es un amor canino que lo llevaban en la sangre, con tal carga que ambos un día decidieron renunciar a sus respectivas profesiones para darle rienda suelta a sus verdaderas pasiones, sin imaginar que encontrarían el negocio de sus vidas.

Pero el amor por los perros no nació por casualidad. Bayardo desde muy pequeño aprendió el oficio de criador de canes, cuyos conocimientos luego compartiría con su esposa e hijos. Por eso la familia surgió y creció entre perros. “Hemos tenido perros toda la vida, en mi caso desde que era un niño y esa pasión fue lo que me encaminó a ser criador y luego nos permitió identificar una oportunidad de negocio”, cuenta el emprendedor.

Toda la familia está involucrada en el cuido y manejo de perros, lo que hace más llevadero el negocio.  LAPRENSA/J.TORRES  

 Toda la familia está involucrada en el cuido y manejo de perros, lo que hace más llevadero el negocio. 

Cada diciembre la familia Rivas se topaba con una cruda realidad, cada vez que querían vacacionar: nadie quería cuidar a sus perros. Un problema que sabían que no era exclusivamente de ellos, y fue ahí cuando surgió la idea: ¿por qué no fundar un hospedaje canino?

“Teníamos muchos conocimientos empíricos del cuido y protección de los perros, cómo alimentarlos, cómo tratar con ellos, sabíamos que teníamos lo básico para arrancar este negocio”, dice Bayardo.

Fue así como nació el Hospedaje Canino Casa Basari. Dejaron atrás la empresa de consultoría y empezaron a acondicionar su propia casa para hospedar a los perros. Luego, entre sus amigos y redes sociales comenzaron a ofrecer sus servicios de cuidadores de canes las 24 horas al día o más, se aliaron con varias clínicas veterinarias, y pronto diversificarían su oferta. “Hemos tenido clientes que nos han confiado cuatro perros por cuatro meses”, afirma.

Los perros son atendidos las 24 horas del día y tienen tiempo de recreación.  LAPRENSA/J.TORRES  

 Los perros son atendidos las 24 horas del día y tienen tiempo de recreación. 

La fama del buen servicio y atención para los perros empezó a dar frutos: iniciaron con un chihuahua y al poco tiempo llegaron a hospedar unos 32 perros, adicionales a los 11 canes que son parte de la familia.

“Se invierten muchos recursos económicos, se invierte mucho tiempo y paciencia, pero esto era lo que nosotros desde hace mucho tiempo estábamos buscando”, afirma. El negocio se lo tomaron tan en serio, que ambos emprendedores inclusive han viajado al exterior para capacitarse; y por eso decidieron incorporar otro servicio: grooming o estética canina.

Además ambos han tomado cursos de psicología canina y adiestramiento profesional. “Ya las veterinarias y compañías que distribuyen productos veterinarios para pequeñas especies ya nos consideran parte del negocio y nos invitan a charlas, hemos aprendido un montón, hemos venido profesionalizando los conocimientos empíricos”, expresó.   

EN CRECIMIENTO
Ahora al hospedaje no solo llegan clientes a dejar sus perros mientras salen a vacacionar, también llegan a alojarlos cuando las perras, por ejemplo, están en sus últimos días de embarazo, cuyos cachorros son entregados al dueño cuando estos ya pueden comer alimentos distintos a la leche materna. También hospedan a canes en celo, o bien tras una operación. No se ofrecen servicios veterinarios, pero si hay una emergencia, tienen alianza con clínicas.

En el Hospedaje Canino Casa Basari se cuidan perros desde los más bravos hasta los más mansos. Si llegan agresivos, salen apacibles, porque son tratados psicológicamente a través de ejercicios de socialización. La demanda del servicio ha crecido tanto, que contrataron a dos personas más, y además están invirtiendo más de tres mil dólares para ampliar el área de baño y de alimentación de los animales.

En el negocio también están involucrados sus tres hijos, y la pequeña de la casa se encarga de entretener a los cachorros para desestrezarlos. 

EL DÍA A DÍA
¿Pero, cómo es un día canino en este hospedaje? Dependerá del servicio que usted contrate, pero básicamente cuando el perro es llevado se registra en una ficha informativa, explica Sandra.  

Se está ampliando la capacidad de alojamiento a 50 perros.  LAPRENSA/J.TORRES  

Se está ampliando la capacidad de alojamiento a 50 perros.

La atención canina, una vez que estos son alojados, comienza a las cinco de la mañana hasta las diez de la noche. A primera hora el animal sale de su jaula para ir al baño, a las 6:30 a.m son sacados a pasear, luego regresan y descansan y a su vez toman su desayuno, luego a mediodía son dejados sueltos en el patio, que es espacioso, mientras se alista el almuerzo.

Por la tarde, explica, empieza el proceso de socialización y adiestramiento entre los animales que son compatibles entre sí. “Los entrenamientos que hemos hecho en psicología canina nos permite identificar quiénes pueden y quiénes no pueden compartir entre perros”, afirma Bayardo.

La época de mayor demanda del servicio es Semana Santa, los fines de semanas largos, diciembre y fiestas patrias. 

US$$13 puede costar una noche en este hotel para caninos de razas grandes y 11 dólares para las pequeñas.   

CONTACTO

Propietarios: Bayardo Rivas Romero y Sandra Rivas Henríquez.
Dirección: Residencial Vista de Esquipulas, Bloque A-6 No. 9
Teléfono: 22993626 / 88507454 /89906934     

Tomado del diario digital, www.laprensa.com.ni, Managua, Nicaragua. 
Sección: Reportaje Especial/Economía.
Viernes 10 de Abril del 2015.    

jueves, 9 de abril de 2015

Convierten basura plástica en dinero

Mujeres tejedoras de Padre Ramos.  

Mujeres tejedoras del Padre Ramos.

Emprendedores

 Trabajo. Realizan bolsos del material recogido en las playas del circuito turístico Tezoatega en el departamento de Chinandega. 

Por: Manuel Bejarano. 

Las bolsas de plástico que no le sirven a otras personas y casi siempre van a dar a las playas y otros centros de recreación del circuito turístico Tezoatega, en Chinandega, se convirtieron en una alternativa económica de un grupo de 30 mujeres que se dedican a recoger ese material y convertirlo en coloridos y resistentes bolsos para damas y billeteras para varones.

El proyecto se llama “Iniciativa tejiendo por la naturaleza”.

“Somos 30 mujeres tejedoras. Con esta iniciativa pretendemos limpiar nuestras playas y proteger la tortuga carey. Recogemos las bolsas y las convertimos en hilos, y luego hacemos los bolsos”, contó María Lidia Pérez, una de las mujeres.

“El proyecto está apoyando a las muchachas con esa iniciativa que contribuye a la conservación del medio ambiente y a mejorar su economía, para que se fortalezcan y esa labor se convierta en una alternativa económica para ellas”, explicó Iván Ramírez, coordinador del circuito turístico Tezoatega.

El circuito turístico Tezoatega está ubicado en las reservas naturales Estero Padre Ramos y Volcán Cosigüina (Chinandega).

Ramírez subrayó que esas mujeres están liberando de contaminantes las playas de Venecia y Padre Ramos, que son los puntos más importantes de toda Centroamérica para anidación de tortugas carey. 

RECURSOS
Las mujeres confesaron que antes de que iniciara el proyecto no sabían que se le podía sacar provecho a las bolsas. Muchas de ellas no tenían otra ocupación.

Ahora las mujeres tejedoras, como se llaman a sí mismas, realizan bolsos de damas con un costo desde C$50 hasta C$500, en dependencia del tamaño y la complejidad del mismo.

El coordinador del circuito turístico Tezoatega enfatizó en que cada bolso es único y que los compradores aportan a la economía y desarrollo de las mujeres tejedoras y a la conservación del medio ambiente.

Pérez señaló que hay bolsos de 48 centímetros de alto por 32 de largo, que se llevan más de 400 bolsas plásticas. Ese es el bolso que cuesta C$500.

La iniciativa se lleva a cabo gracias al apoyo de las organizaciones Fauna y Flora Internacional, Amigos de la Tierra y Fundación Líder (Chinandega). Esas organizaciones las han apoyado con la capacitación, equipos de trabajo, elaboración de catálogos para la comercialización de los productos y el fortalecimiento del negocio.

Los productos son comercializados en ferias locales y también por medio de Fauna y Flora Internacional, en Managua. Esta organización tiene el número telefónico: 2270-0795. 

MEJORAS
Con la intención de mantenerse en el mercado, las mujeres tejedoras pretenden mejorar sus técnicas y elaborar otros diseños, que les demandan sus clientes.

“La idea es que este grupo de mujeres pueda diversificar sus productos y generar más ingresos económicos”, manifestó German Quezada, de Amigos de la Tierra.

Quezada no descartó que esa iniciativa, que aporta al empoderamiento económico de las mujeres, se pueda replicar en otras zonas del país.

Aclaró que si bien la bolsa de plástico es la materia prima de esa iniciativa, no se quiere llevar el mensaje de que ahora las personas pueden botar más de ese material en las playas. Todo lo contrario, hizo un llamado para depositar la basura en su lugar y separar los desechos orgánicos de los inorgánicos.  

Tomado del diario digital, www.elnuevodiario.com.ni, Managua, Nicaragua.
Sección: Economía.
Jueves 09 de Abril del 2015.
Fecha Original: Miércoles 08 de Abril del 2015. 


jueves, 2 de abril de 2015

Éxito compartido

Iko Imagen da empleo a 13 personas directamente y, en temporada de alta, Producción contrata a tres personas más.
LAPRENSA/J.TORRES  

Iko Imagen da empleo a 13 personas directamente y, en temporada de alta, Producción contrata a tres personas más. 

Cinco jóvenes dirigen Iko Imagen, una pequeña empresa que ha alcanzado el éxito en poco tiempo. Esta es su historia. 

Por: Humberto Galo Romero.

Todos son creativos, conversadores y empresarios exitosos. Este grupo de jóvenes innovadores decidieron unificar sus talentos, ideas y esfuerzo para echar a andar el proyecto al cual han dedicado los últimos cuatro años de su vida: Iko Imagen, una pequeña empresa que elabora mochilas, bolsos de cuero y material publicitario.

“Este es el esfuerzo unificado de dos familias, cada una especializada en áreas distintas, trabajo en cuero y elaboraciones en manufactura”, cuenta Verónica Bucardo, una de las fundadoras de la empresa y quien actualmente se desempeña como gerente general de la misma.

Cada uno es profesional graduado en las universidades públicas del país y fue precisamente en el seno de una de estas casas de estudio que comenzó a germinar la idea de lo que hoy es la empresa. 

LOS ORÍGENES

Julio Baltodano —otro de los socios— cursaba su maestría en Formulación y Evaluación de Proyectos en la Universidad Nacional de Ingeniería, cuando empezó a idear una estrategia de negocio. Baltodano, ingeniero de profesión, encontró como elemento fundamental para el desarrollo de su proyecto la experiencia de su familia en el área textil. “La familia de Julio estaba dedicada a la elaboración de serigrafía en camisetas y bolsos. Esta fue la primera fase de Iko Imagen”, rememora Bucardo.

Es precisamente en esta fase que tanto Bucardo como Óscar Ramírez, otro de los socios, iniciaron su vinculación. “Óscar y yo somos primos, nuestros bisabuelos han trabajado tradicionalmente en la marroquinería. Fue, basados en esa experiencia, que decidimos juntar esfuerzos y diseñar algo novedoso”, dice Bucardo.

En este sentido, la empresaria explicó que, como parte de esta fusión, los tres iniciaron a elaborar diseños en cuero y textil, mientras paralelamente realizaban investigaciones para evaluar los potenciales mercados en los que se comercializaría estos productos.

“La gente siempre adquiere productos en cuero, pero también siempre busca algo económico, por eso en los diseños que elaboramos aquí mezclamos el cuero con elementos como telas, pintado, serigrafía y bordado”, mencionó Bucardo. 

POTENCIAL RECONOCIDO

Los pasos para constituirse como una empresa distinta los iniciaron en 2010. Durante ese año realizaron una serie de estudios de factibilidad de mercados y paralelamente formar parte de un grupo de pequeñas empresas que están en el programa “Idea tu empresa”, que impulsa la organización Technoserve.

“En ese proceso de capacitación con Technoserve fuimos elaborando una serie de mejoras para la empresa, cambiamos los diseños de serigrafía y junto con algunos datos que obtuvimos en un estudio que efectuamos descubrimos que había potencial para nuestros productos, principalmente entre las empresas publicitarias”, dijo Bucardo.

Ese año se unieron al proyecto Marcelo Baltodano (primo de Julio) y Gustavo Arcia. En conjunto, estos cinco jóvenes iniciaron a recibir asesoría empresarial por parte de Techoserve e implementaron una serie de cambios en la empresa. “El diseño de este plan nos permitió ser reconocidos y premiados con el primer lugar entre las propuestas presentadas en ese año y además obtener 10,000 dólares, que fue el capital semilla para adquirir maquinaria, ya que en el país es muy difícil conseguir crédito para los proyectos de emprendedores”, dijo Bucardo. 

 

 Lo mejor que nos ha podido pasar es haber podido iniciar nuestra empresa con la cual nos habíamos trazado desarrollar un modelo justo, con trabajo digno y responsable”. Verónica Bucardo, gerente fundadora de la empresa Iko Imagen.  

MEJORAN SU ENTORNO

Iko Imagen, a pesar de ser una empresa pequeña, apoya el entorno de su comunidad. En este caso, a dos escuelas de primaria del barrio Santa Ana, a cuyos niños les facilita las mochilas, pero además sus 13 trabajadores residen en esa zona o en el barrio cercano de Acahualinca.

Según la gerente, Verónica Bucardo, el programa de Responsabilidad Social Empresarial que la empresa impulsa en su comunidad les ha permitido establecer contacto con un potencial cliente estadounidense que les podría adquirir parte de su producción.

“En estos momentos estamos recibiendo capacitaciones sobre requisitos para exportar y en algunas semanas podríamos enviar las primeras muestras del producto”, dijo Bucardo. En estos momentos la empresa está en capacidad de fabricar 4,000 productos promocionales mensualmente y 100 bolsos para el traslado de valores. Tan solo durante el año 2012, Iko Imagen obtuvo 6,000 dólares en utilidades netas. 

Cosechando éxitos  

A partir de ese momento, las cosas han ido viento en popa para Iko Imagen, pues comenzó a elaborar productos novedosos, tales como bolsos para traslados de valores y mochilas escolares con diseños originales de la empresa. Esto les ha permitido hacerse de un nombre en corto tiempo entre el segmento de las agencias publicitarias e instituciones bancarias, los cuales se han convertido en sus mejores clientes.

Este éxito también les trajo consigo otro aspecto importante y es la posibilidad de aplicar a otros programas de asesoría empresarial y financiamiento. En este sentido, en el año 2012, Iko Imagen comenzó a formar parte de la iniciativa Thriive Capital, que impulsa la organización Agora Partnership en Nicaragua.

“Esa iniciativa promueve el apoyo financiero para planes de negocio que están desarrollándose con buen suceso. Eso nos permitió obtener 14,000 dólares, para comprar nueva maquinaria y mejorar la capacidad de producción”, dijo Bucardo.  

Contacto 

Verónica Bucardo, gerente de la empresa, puede ser contactada al teléfono 84941896 o al correo ikoimagen@hotmail.com  .  


Tomado del diario digital, www.laprensa.com.ni, Managua, Nicaragua.
Sección: Reportaje Especial. 
Jueves 02 de Abril del 2015.
Fecha Original: Viernes 15 de Noviembre del 2013.