La
berenjena “dulce” que no necesita pasarse en agua. Marbelis Peña las ofrece en
la feria de la economía familiar los fines de semana.
Siembra
unas 15 hortalizas y hierbas comestibles en un cuarto de manzana. Aprender a
usar la tierra y el agua es la obsesión de Marbelis Peña.
Por: Amalia Morales.
Marbelis
Peña quiso ser arquitecta para diseñar no edificios ni casas, sino para diseñar
su propia manera de cultivar la tierra y de producir alimentos sin contaminar y
sin despilfarrar agua, como se hace con monocultivos como el arroz y el maíz.
Por
pensar así, en este momento tiene sembrados unos 15 vegetales distintos
—algunos de ellos son minúsculos— en la cuarta parte de una de las 15 manzanas
que comprenden la finca de su familia a cinco kilómetros de Jinotepe, en El
Rosario, Carazo.
“Quise
aprender la arquitectura para diseñar cómo trabajar la tierra y para producir
alimentos”, dice Marbelis, una mujer de 30 años que vende su cosecha a
restaurantes de Jinotepe, Diriamba y Managua.
Sin un
gran misterio cuenta que fue de niña cuando la idea de cómo aprovechar mejor la
tierra comenzó a rondarla. A los 6 años Marbelis recuerda que andaba detrás de
los cerdos que había en la finca Quinta Patricia, donde transcurrió su infancia
y donde sigue su vida, y que esa familiaridad con animales, con la tierra, le
generó ese apego tan profundo.
Cuando
creció quiso estudiar Arquitectura, en teoría una profesión que la sacaría de
la finca a la ciudad, lo que para ella nunca fue una opción, porque no es de
las que piensan en emigrar ni en irse a otra ciudad ni a otro país, pero sí es
de las que piensan en innovar; tampoco quería dedicar la finca a los cultivos
tradicionales: frijol y maíz. Había algo más que sembrar, soñaba y pensaba y
tanto lo deseó que un buen día se apareció un ingeniero agrónomo por la finca
de su papá y lo convidó a unas capacitaciones para animarse a sembrar cultivos
no tradicionales. Así fue como el universo de las hortalizas, hierbas, pero
sobre todo el mundo de los minivegetales entró a las tierras feraces de Quinta
Patricia.
En los
últimos años, en el mismo pedazo de tierra, Marbelis ha rotado distintos
cultivos: ayote, chile dulce, tomacherry, cilantro de Castilla, zucchini,
remolacha, rábano, berenjenas de dos tipos, zanahoria “bebé”, albahaca, ajo
puerro, epazote.
“Le
llaman cultivos biointensivos los ingenieros de la UNA (Universidad Nacional
Agraria), algo que sin saber nosotros aquí hacíamos, y consiste en que en el
mismo terreno primero sembrás una cosa y luego otra”, explica Marbelis y agrega
que la tierra rinde cuando se le da el manejo adecuado: abono orgánico y se
prescinde de agroquímicos.
MINIVEGETALES
A pesar de que usa abono orgánico, que ella, su hermano y su cuñado
preparan con el estiércol de los cerdos y las cabras que tienen en otra parte
de la finca, y de que no aplican agroquímicos a la tierra, no se atreve a decir
que su producción es orgánica. “Porque aunque en el aire hay partículas
contaminantes que pueden venir de las fincas alrededor y en el suelo también,
entonces no puedo decir que esto está libre completamente”, explica Marbelis.
Hay temporadas en las que el fuerte del huerto son los minivegetales.
Marbelis explica que los minivegetales son los mismos vegetales en dimensiones
más pequeñas. Y para obtenerlos no hay que usar semillas modificadas,
transgénicos, sino que simplemente hay que sacarlos antes. Si una zanahoria
tradicional, grande, requiere de tres a cuatro meses para estar en la tierra, a
la mini solo se le deja entre 30 y 45 días. “Los minivegetales están menos
tiempo en el suelo y tienen mayor concentración de nutrientes”, explica
Marbelis.
Cuando ella viene a la feria, los fines de semana, en el sector del
Memorial Sandino, los que traen las zanahorias y los tomates estándar la quedan
viendo y hacen comentarios burlescos de sus minitomates y zanahorias “bebés”,
como les llama, pero ella les responde que cualquiera de sus productos son más
sanos y sabrosos que ese “gran tomatón” que ellos tienen.
Una de
las dificultades de Marbelis para sus hortalizas son las semillas. Generalmente
va a comprarlas a Costa Rica, porque la que se consiguen aquí casi siempre “es
semilla vieja y no nace”.
A Marbelis
le gusta sembrar lo no tradicional. Sobre los minivegetales dice que “ahora,
cada vez más, la gente vive sola o las familias son pequeñas y no quieren las
cosas grandes, la gran sandía o la gran zanahoria, porque se pudren, quieren
algo más fácil de consumir”, explica.
Eso fue
un revés para ellos porque prácticamente era su único comprador. Ahora lo
siguen cultivando, en menos cantidades, pero han logrado diversificar también
sus compradores. Además de restaurantes de Jinotepe, venden en Managua a una
organización que se llama La Canasta Amarilla y lo mueven en las ferias de los
fines de semana, en las que ofertan de todo lo que producen los 365 días del
año, porque esa es otra ventaja de lo pequeño: es intenso, variado y siempre
da.
MAL
USO DE LA TIERRA
Marbelis
dice que de Costa Rica le ha llamado la atención cómo aprovechan al máximo
cualquier pedazo de tierra, no se explica por qué aquí no se hace lo mismo. “A
Costa Rica se va tanto nicaragüense que aprende a cultivar todos estos
vegetales allá, pero luego cuando vuelven aquí no lo siembran, vienen y se gastan
el dinero en otras cosas”, reflexiona ella y le preocupa una tendencia que ha
visto en los alrededores en los últimos años: en lugar de buscar alternativas
para producir, la gente está lotificando y vendiendo.
“No
sabemos usar la tierra”, dice esta mujer, quien ahora entre ceja y ceja se ha
propuesto conseguir fondos para filtrar y reutilizar las aguas grises que le
forman una gran nata alrededor de un arroyo que pasa por la propiedad. “No para
regar hortalizas ni hierbas, pero se pueden regar otros cultivos”, dice y
piensa que debe prepararse para los “años venideros de sequía”.
Además de
documentarse sobre la reutilización de las aguas grises, la inmensa curiosidad
de Marbelis la ha llevado a preguntar y saber por la estevia, una planta que se
usa para endulzar las bebidas. Ahora tiene una planta, en algún momento, seguro
no muy lejano, tendrá en su huerto tantas como berenjenas y cilantro de
Castilla.
EL
OASIS DE LA QUINTA PATRICIA
El
huerto es el mayor generador de ingresos, pero en la propiedad se trabaja con
la técnica silvopastoril, explica Félix Peña, de 72 años, el papá de Marbelis,
y explica que lo silvopastoril consiste en tener pasto con bosque.
Algunos
vegetales que los supermercados importan desde Costa Rica, Marbelis Peña los
está sembrando en su huerto en Carazo. Si desea contactarla, su número de
celular es el 84773831.
Aunque
en la finca no hay ganado, apenas una vaca y su ternero, y el pasto es para
esta pareja, don Félix comenta que para tener pasto no es necesario cortar los
árboles y agrega que los árboles son necesarios para los animales, porque le
dan sombra y alivio sobre todo en tiempos de sequía. En ese bosque de Quinta
Patricia crecen robles, caobas y otras especies maderables que han ido
desapareciendo de la zona y del país. Gran parte de lo que hay plantado es
bosque.
Tomado del diario digital, www.laprensa.com.ni , Managua, Nicaragua.
Sección: Reportaje Especial
Jueves 29 de Octubre del 2015.
A pesar de que usa
abono orgánico, que ella, su hermano y su cuñado preparan con el
estiércol de los cerdos y las cabras que tienen en otra parte de la
finca, y de que no aplican agroquímicos a la tierra, no se atreve a
decir que su producción es orgánica. “Porque aunque en el aire hay
partículas contaminantes que pueden venir de las fincas alrededor y en
el suelo también, entonces no puedo decir que esto está libre
completamente”, explica Marbelis.
Hay temporadas en las que el fuerte del huerto son los minivegetales.
Marbelis explica que los minivegetales son los mismos vegetales en
dimensiones más pequeñas. Y para obtenerlos no hay que usar semillas
modificadas, transgénicos, sino que simplemente hay que sacarlos antes.
Si una zanahoria tradicional, grande, requiere de tres a cuatro meses
para estar en la tierra, a la mini solo se le deja entre 30 y 45 días.
“Los minivegetales están menos tiempo en el suelo y tienen mayor
concentración de nutrientes”, explica Marbelis.
Cuando ella viene a la feria, los fines de semana, en el sector del
Memorial Sandino, los que traen las zanahorias y los tomates estándar la
quedan viendo y hacen comentarios burlescos de sus minitomates y
zanahorias “bebés”, como les llama, pero ella les responde que
cualquiera de sus productos son más sanos y sabrosos que ese “gran
tomatón” que ellos tienen.
Ver contenido original de esta noticia en: http://www.laprensa.com.ni/2015/10/29/reportajes-especiales/1927150-con-las-manos-en-la-tierra
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A pesar de que usa
abono orgánico, que ella, su hermano y su cuñado preparan con el
estiércol de los cerdos y las cabras que tienen en otra parte de la
finca, y de que no aplican agroquímicos a la tierra, no se atreve a
decir que su producción es orgánica. “Porque aunque en el aire hay
partículas contaminantes que pueden venir de las fincas alrededor y en
el suelo también, entonces no puedo decir que esto está libre
completamente”, explica Marbelis.
Hay temporadas en las que el fuerte del huerto son los minivegetales.
Marbelis explica que los minivegetales son los mismos vegetales en
dimensiones más pequeñas. Y para obtenerlos no hay que usar semillas
modificadas, transgénicos, sino que simplemente hay que sacarlos antes.
Si una zanahoria tradicional, grande, requiere de tres a cuatro meses
para estar en la tierra, a la mini solo se le deja entre 30 y 45 días.
“Los minivegetales están menos tiempo en el suelo y tienen mayor
concentración de nutrientes”, explica Marbelis.
Cuando ella viene a la feria, los fines de semana, en el sector del
Memorial Sandino, los que traen las zanahorias y los tomates estándar la
quedan viendo y hacen comentarios burlescos de sus minitomates y
zanahorias “bebés”, como les llama, pero ella les responde que
cualquiera de sus productos son más sanos y sabrosos que ese “gran
tomatón” que ellos tienen.
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