Milagro Leytón Vaughan, emprendedora.
No saber nada sobre cómo hacer chocolates no limitó a esta familia
emprendedora para instalar una fábrica y tienda de bombones finos.
Por: Lucydalia Baca Castellón.
Tras pasar gran parte de su vida atendiendo programas sociales
impulsados por organismos internacionales, Milagro Leytón Vaughan
decidió darle un giro a su vida y convertirse en emprendedora. El amor
que su esposo Johnny Múa le ha tenido siempre al cacao, unido a su
pasión por la cocina y el potencial que sus hijos Juan José y Marcela
consideran que tiene el grano, impulsaron a la familia abrir una fábrica
de chocolates. Así nació Choco Atelier, Chocolatería Boutique.
Milagro
no tenía experiencia en la elaboración de chocolates, pero eso no la
detuvo. Investigó hasta encontrar la mejor academia, eligió la Escuela
del Chocolate de Ingrid Cuk, en Buenos Aires, Argentina, donde el año
pasado tomó un curso intensivo durante tres meses.
A su regreso, con todo el conocimiento necesario sobre el arte de hacer
chocolates empezó a buscar un lugar adecuado para instalar el taller,
mientras su hijo Juan José preparaba el plan de negocio. Aunque la
carencia en el mercado local de equipos necesarios para procesar el
cacao retrasó un poco los planes, a inicios de enero con una inversión
inicial de treinta mil dólares finalmente el proyecto se concretó.
Milagro asumió la gerencia de producción, contrató a tres jóvenes
graduadas en pastelería en la Escuela Nacional de Hotelería a quienes
capacitó y su hija Marcela asumió la administración.
A menos de dos meses de su apertura, la chocolatería boutique ya
cautivó el paladar de muchos capitalinos y mientras la familia Múa
Leytón acumula experiencia en el negocio, sus miembros ya barajan
distintas ideas en busca de la expansión.
“Queremos crecer y hasta
exportar, pero en este momento estamos viendo el camino para la
expansión territorial. Pensamos buscar distribuidores del producto en
lugares estratégicos donde el producto tenga demanda y también ofrecer
el servicio de mesas dulces con distintos postres vinculados al
chocolate… Y también exportar ¿sí se puede, por qué no? eso nos
permitiría generar más empleo”, dice Leytón.
La empresa procesa un promedio de 25 kilos de cacao cada quincena,
producto que compran a la Cooperativa La Campesina, de Matiguás,
Matagalpa, que también les vende cobertura y licor de cacao.
Actualmente
ofrecen bombones de 23 sabores distintos, hay de chocolate puro y
rellenos de frutas cítricas, frutas secas, banano, guayaba, coco, café,
frutos rojos, menta, dulce de leche, mantequilla de maní y otros.
Se
ofrecen de forma individual y en cajas de 4, 8 y 12 unidades. En
promedio cada bombón cuesta alrededor de dos dólares, IVA incluido, ya
que por estar catalogado como producto suntuario paga impuestos, lo que
eleva el precio, aclara Leytón.
Más opciones
La buena acogida de los bombones impulsó a sus propietarios a ampliar
la oferta. Al menú actual se sumarán en los próximos días las trufas y
el chocolate caliente acompañado de los tradicionales churros, productos
que la familia confía tendrán una acogida tan buena como la que han
recibido los bombones, que según Leytón no tienen nada que envidiar a
los productos extranjeros.
La familia Múa-Leytón atribuye el éxito
del negocio a que decidieron aprovechar el gran potencial del cacao,
que aunque se produce en grandes cantidades en el país, la mayoría se
sigue exportando como materia prima, en lugar de explotarse el gran
potencial para el consumo de chocolates, que según estudios que
realizaron existe en el país.
Desde adentro
Otra particularidad de Choco Atelier, Chocolatería Boutique es que
permite a los clientes interesados en conocer el proceso entrar a la
cocina y disfrutar cada paso de la transformación del cacao, “siempre y
cuando se respeten las normas de higiene”, aclara Milagro Leytón
Vaughan, gerente de producción.
Datos del Atelier
Choco Atelier, Chocolatería Boutique está ubicado en la Plaza Mayor,
segunda etapa, local número ocho, de la segunda entrada a Las Colinas,
150 metros al Este.
También puede obtener información a través del
teléfono 2299-1369, en el sitio web: www.choconicaragua.com o
escribiendo al correo electrónico: choconicaragua@gmail.com
Tomado del diario digital, www.laprensa.com.ni, Managua, Nicaragua.
Sección: Economía.
Viernes 27 de Febrero del 2015.
viernes, 27 de febrero de 2015
El Atelier del Cacao
Publicado por Josue B en 7:48 0 comentarios
martes, 24 de febrero de 2015
El negocio está en la red
Dos hermanos con un pequeño taller, dos máquinas de coser y la ayuda de internet es la historia del éxito de Galería Decorativa.
Por: Lucía Navas.
Clásicos, juveniles, grandes, pequeños, con rayas, de un solo tono o combinados… al producto lo define el gusto de la clienta. Este es parte del secreto del éxito de los hermanos Arlen y Gerson Arróliga, que estratégicamente supieron convertir un anhelo en independencia económica.
La otra parte de la estrategia es promover las ventas exclusivamente a través de las redes sociales. Arlen se encarga de mercadear en el perfil que creó de Galería Decorativa en Facebook. Por eso está la mayor parte del tiempo conectada a la red revisando y respondiendo las consultas de las potenciales clientas, decidiendo con ellas el color, tamaño y cada especificación a incluir en el diseño del bolso, mochila, maletín o billetera. “Cada mujer me va ayudando a rediseñarlo”, dice Arlen.
Al mes venden de 40 a 50 piezas. Los pedidos en línea son diarios, y una vez listos el turno es de Gerson, quien los elabora. Los artículos se entregan semanal, cada lunes Arlen va a los centros de trabajo de las clientas para entregar los bolsos personalizados, cuyos precios van desde los 22 dólares hasta los 35 dólares.
“Es un sistema personalizado y nuestro mercado es la mujer ejecutiva”, precisa Arlen.
Combinan sus habilidades
Pero ¿cómo empezó todo? Arlen cuenta que partió de su interés por tener un negocio propio y de la recomendación médica que recibió de usar bolsos sencillos y menos pesados para aliviar el dolor de espalda que padecía.
“Le pedí a Gerson que me lo hiciera. Fue un bolso color celeste que gustó a muchas amigas. Entonces pensé ¿por qué no hacerlo un negocio? Conversé con mi hermano y empezamos a elaborar bolsos sencillos para las mujeres que trabajamos y queremos algo que aguante, sea de calidad pero cómodo”, relata la empresaria.
Arlen estudió Arquitectura y Diseño de Interiores, pero se ha dedicado al mercadeo. Anteriormente en su perfil en las redes vendía jarrones, plantas, cuadros…
Aprendió de sus padres la importancia de ahorrar y eso le permitió disponer del capital para iniciar la empresa junto con su hermano. Con 450 dólares compraron la materia prima. Gerson ya tenía máquina de coser, sus mesas de cortar y otras herramientas porque desde pequeño aprendió a fabricar este tipo de artículos.
Saber combinar sus habilidades, persistir y como dice Gerson “ir despacio, creciendo de a poco, pero seguro” es como los hermanos Arróliga fortalecen Galería Decorativa, hasta convertirla en una prometedora empresa.
La demanda les exige crecer y la rentabilidad del negocio les permite dar el paso inmediato de remodelar el taller, instalar tres máquinas industriales que compraron con los tres mil dólares ganados por el tercer lugar en 2014 en el concurso del programa Impulsa tu Empresa, de la organización TechnoServe Nicaragua.
Ahora contratarán a dos costureras para aumentar la producción y crearán la página web de Galería Decorativa para mover la tienda virtual.
“Hoy se mueven mucho las redes sociales, y las mujeres tienen poco para ir a una tienda a elegir el bolso y por eso aprovechar el mundo virtual y a la vez resolverle una importante necesidad de las mujeres”, expresa Arlen.
El sueño también incluye tener la tienda de exhibición, ampliar el catálogo de artículos y “en un corto tiempo, exportar”.
Contacto
Se puede contactar a Arlen Arróliga en los números telefónicos 84154089 y 78147561.
Dirección: Altos de Nejapa, casa 99, Managua.
En Facebook puede buscarlo como Galería Decorativa Arlen Arróliga.
Tomado del diario digital, www.laprensa.com.ni , Managua, Nicaragua.
Sección: Economía.
Martes 24 de Febrero del 2015.
Fecha Original: Viernes 20 de Febrero del 2015.
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jueves, 19 de febrero de 2015
La costurera de Cofradía
Por: Amalia Morales.
El taller de Damaris y José Uriel está ubicado en el poblado de Cofradía. Funciona en su propia casa, una vivienda sencilla de paredes y techo de zinc.
Aprendieron a coser en una maquila. Ahora tienen su propio taller de
costura y surten con su ropa los mercados. Todavía están pagando sus
máquinas de coser.
Damaris Martínez cose pantalones de licras, camisolas, vestidos de niñas, ropa deportiva. Antes de trabajar por su cuenta fue operaria en zona franca.
Después de explorar algunas posibilidades de empleo, el trabajo más seguro y rápido que halló fue en la zona franca. No le pedían casi ningún requisito. Apenas la cédula, recuerda. Así entró y se quedó más de una década.
En las maquilas conoció a José Uriel García, un hombre inquieto, dos años menor que ella, quien entró a las textileras sin saber pegar un botón, pero aprendió todas las artes de la costura y más. Por curiosidad aprendió la mecánica de las máquinas de coser. Con tal de aprender, García llegaba los días que no le tocaban, se quedaba los fines de semana hasta la madrugada. Más tarde pudo ser mecánico y ganar hasta tres veces lo que ganaba un operario.
Después del viaje, del cambio de domicilio, vino el sueño. Ninguno quiso nunca quedarse en la zona franca para toda la vida. Martínez recuerda a una operaria mayor, casi anciana. “Eso no debería pasar. Debería ser como las maestras, que las jubilan antes de los 70, porque en la zona franca, el trabajo es bien agotador”, dice Martínez, quien al tiempo que agradece lo aprendido insiste en que se estuvo preparando para abandonar un día el mundo de las maquilas.
Lo hizo cuando la penúltima de sus hijos tenía 1 año. Y ninguno se arrepiente de haberlo hecho. García cuenta que cuando dejó la zona franca se dedicó a trabajar como mecánico. En ese tiempo siempre mantenía la idea de tener un taller propio, pero ¿con qué máquina comenzar a coser? Se preguntaba la pareja. Estuvo haciendo rumbos unos seis meses, hasta que un día, conoció “un ángel”, recuerda, le dijo que le daba esa máquina —una Over industrial, algo antigua—, que se la llevara por doscientos dólares y que se la pagara cuando pudiera. Al suave. No le puso plazo, ni cuotas. “Esa máquina no costaba eso. Así como estaba valía seiscientos dólares”, refiere García. La suerte y las casualidades no terminaron ahí. Al poco tiempo les dejaron otra máquina por un precio también accesible. Ambas las están pagando con los pedidos semanales que entregan en el Mercado Oriental.
“La Zona Franca es una escuela, ruda, pero sí es una escuela, donde uno aprende, pero hay muchas personas que siguen siendo las mismas. Nosotros tuvimos el privilegio de salir y no seguir siendo los mismos”. Damaris Martínez, propietaria de un taller de textiles que funciona en Cofradía, Tipitapa.
José Uriel García, 35 años, trabajó más de diez años en una maquila y hace poco creó su taller de costura junto con su esposa y sus hijos.
Rodando por Mercado
Los primeros shorts y camisolas García los llevó a vender al Mercado Iván Montenegro. No le fue muy bien, entonces decidió probar en el monstruoso Mercado Oriental. Después de caminar, preguntar, ofrecer, encontró clientes a los que les gustó la calidad de las telas, de la costura. Ese cliente les pidió muestra de las piezas que confeccionaban. Le gustó y le encargó doscientas piezas semanales. Ahora va por quinientas a la semana.
El sueño de Martínez va más allá del mercado. Tiene previsto crear su propia marca de ropa: Gamar, por la unión de las primeras sílabas de los apellidos del matrimonio y abrir tiendas en los departamentos.
Casa Taller
El taller está en las afueras de Managua, en Cofradía, Tipitapa. Por necesidad la han convertido en una casa taller. La casa es un cajón enorme hecho con ripios de zinc, con una separación interior, el cuarto, donde se acomoda la familia.
Del techo de zinc cuelga, inútilmente, un abanico lento, cuyas aspas no amortiguan el calor de microondas que hace allí adentro. Separar el taller de la casa es uno de los propósitos de los García Martínez una vez que hayan pagado las máquinas de coser.
Y “construir una casa digna para mis hijos” es el sueño de Martínez. A veces se aflige porque la construcción ahora es frágil e insegura. Una vez se les metió una culebra y estaba en la pasada justo por donde el menor de sus hijos iba a acomodarse para dormir.
“Pero yo sé que todo es un proceso”, dice la mujer morena de cuerpo recio y facciones de niña, quien pasa gran parte del día con la vista clavada en la aguja que sube y baja, cosiendo ropa. Detrás de ella hay una repisa con un arcoíris de hilos, pero también hay enseres domésticos.
A pesar de que los artículos de los García Martínez tienen demanda, cada vez les encargan más uniformes deportivos y ropa para niños. Les molesta que a veces el consumidor nicaragüense se queja de los productos nacionales. “Los ve como si no tuvieran calidad. Y yo le aseguro que la ropa que se hace en Nicaragua tiene una excelente calidad”, afirma García, refiriéndose a la confección de los textiles nacionales.
“Nosotros trabajamos con telas de primera calidad”, indica García mientras que Martínez reitera nuevamente que en la maquila aprendieron eso: confeccionar con calidad. Ellos aseguran que se distingue la calidad de la ropa que hace gente con experiencia en zona franca y la de los que nunca estuvieron en una fábrica textilera.
Aunque apenas están despegando, Martínez cree que van por buen camino. No se arrepiente de haber hecho el viaje desde Chichigalpa a Managua con sus dos hijos mayores, tampoco de haber entrado y salido de una zona franca.
“Si me hubiese quedado allá estuviera haciendo nada, viviendo la vida monótona, subsistiendo, llevando la vida monótona. A veces, cuando yo no quiero él me empuja y así mutuamente. A veces lloro y él (su esposo) me dice ‘calmate hombre, esto es así’”, manifiesta la cabeza de este sueño.
“La zona franca es una escuela”
Si uno quiere aprender, aprende, dice José Uriel García, sobre sus años de trabajo en la zona franca. Él empezó como operario, pero después se interesó por arreglar máquinas. “Yo era travieso, las armaba y desarmaba, las hacía trabajar”, expresa García, quien cree que aún las jornadas largas que les exigían ayudaron a tener disciplina. Ahora que tiene su propio taller, cuando les toca entregar un pedido, dice que él y su esposa se quedan el tiempo necesario.
“A veces aquí amanecemos”, cuenta ella; la diferencia ahora es que el sacrificio es para ellos, para la familia que han construido. Damaris y José Uriel tienen cuatro hijos, los más grandes, de 19 y 15 años, trabajan con ellos en el taller. “Tienen un salario y nosotros también”, explica Damaris, quien dice que tratan de que los muchachos, además de estudiar, tengan tiempo para recrearse, que vayan al parque de Cofradía.
“Estamos tratando de ajustarnos a un horario y ser justos con los muchachos para que vayan al parque y tengan tiempo de recrearse”, dice Damaris, quien explica que por el hecho de estar en la casa el horario laboral se puede extender, pero también posponer. Casi nunca se sientan a coser a las 7:00, porque toca hacer desayuno, recoger la basura. “En la casa siempre hay algo qué hacer”, comenta ella.
La Ganancia de la Empresa Familiar
2,000 córdobas es la ganancia semanal que a veces le queda a la familia García Martínez, propietaria de un taller que pronto bautizarán como Gamar y que está ubicado en Cofradía. Si alguien quiere contactar a José Uriel García puede hacerlo al número celular 85794187.
Tomado del diario digital http://www.laprensa.com.ni/2015/02/19/boletin/1785263-la-costurera-de-cofradia , Managua, Nicaragua.
Sección: Reportaje Especial.
Jueves 19 de Febrero del 2015.
Publicado por Josue B en 8:39 0 comentarios
viernes, 13 de febrero de 2015
Hallaron el negocio en la cebolla
ochenta córdobas fueron el inicio de una empresa que busca posicionarse con
mayor fuerza en los supermercados a nivel nacional.
Carlos Guido, gerente general de Industria Alimenticia Blangui, recuerda que
cuando tomaron la decisión de vender chileros prepararon cuatro frascos: uno
lo regalaron a familiares, otro que se quedaron ellos y dos los pusieron en venta
en la pulpería de una familiar.
Esos primeros dos chileros se vendieron de inmediato en 40 córdobas cada uno.
Guido cuenta que al día siguiente el mismo comprador llegó a realizarle un pedido mayor,
entonces junto con su esposa Marbelly Blandón, decidieron que sería una buena oportunidad
para generar los anhelados recursos económicos para la familia, ya que ambos estaban sin empleo.
Fue así que el matrimonio decidió emprender el reto de vender chileros y Guido inició su peregrinación pulpería por pulpería en diferentes barrios.
Un amigo que estudiaba Ingeniería Química compartió con este matrimonio la fórmula para preparar vainilla y frambuesa y fue de esta forma que Carlos y su esposa Marbelly decidieron diversificar la línea y formalizar el negocio. Para 2010 investigaron en el Ministerio de Salud y el Sistema Local de Atención Integral en Salud (Silais) Managua todos los detalles para legalizar su producto, tener registros y los permisos sanitarios para extender su oferta a otra escala.
“Creo que hemos tenido la bendición de contar con personas que han sido de mucha bendición para la idea de negocio que teníamos planteado desde 2009, cuando dimos los primeros pasos”, comenta el gerente general de Industria Alimenticia Blangui.
Para potencializar su producción el matrimonio tocó las puertas de un supermercado, pero por no ser conocidos se les negó la posibilidad, lo que los impulsó para ofrecer chileros, cebollitas encurtidas, vinagres, vainillas y frambuesas en los mercados Oriental, Mayoreo, Israel Lewites, Iván Montenegro y Roberto Huembes.
Guido menciona que en su interior sintió la corazonada de ir al comisariato del Ejército de Nicaragua, donde le abrieron las puertas e iniciaron una relación comercial que mes a mes ha crecido. Además de ese comisariato, entraron a otros dos de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, el de la Coca Cola y se quedaron solo en el mercado Israel Lewites. Guido recuerda que para la elaboración de los chileros han desarrollado toda una red con los productores a quienes les compran de forma directa en los mercados capitalinos la cebolla, chayote, zanahoria, chiles y ácidos para la preparación de los vinagres.
Iniciaron produciendo unos cien chileros al mes y entre 500 y 600 unidades de frambuesas, vainillas y vinagres. Hoy están produciendo unos 600 chileros al mes y mil unidades de los otros productos.
Ahora Industria Alimenticia Blangui emplea a cuatro personas para cubrir sus pedidos mensuales y continúa trabajando para abrirse espacio en los supermercados.
Tuvieron apoyo
En el proceso de crecimiento de Industrias Blangui recibieron el apoyo del programa 80/20 que ejecutó el Ministerio de Fomento, Industria y Comercio (Mific), con fondos del Banco Mundial, mediante el cual les dotaron de maquinaria, mesas de trabajo y lograron adecuar una habitación para la elaboración de sus productos.
“Ese apoyo del Mific está valorado en 10,300 dólares. Sin duda alguna para nosotros es de gran bendición pues no contábamos con esos recursos además que nos apoyaron con la elaboración de 11 tablas nutricionales de nuestra oferta”, sostiene Carlos Guido, gerente general de la empresa, quien cree que la fe en Dios le permite a una persona emprender ideas creativas, así como presentarte en el camino a quienes te ayuden.
Para él también es muy importante la apertura y disposición al cambio.
Contacto
Celular: 8377-6984.
Dirección: Batahola Sur, del portón principal de la iglesia Reina de la Paz, un andén al Sur, 25 varas arriba. Mano derecha.
Página web: www.industriasblangui.com
Tomado del diario digital www.laprensa.com.ni, Managua, Nicaragua.
Sección: Economía.
Viernes 13 de Febrero del 2015
Publicado por Josue B en 6:18 0 comentarios