Tovarich Eduardo Gómez
Socias de la Cooperativa Hibiscus. |
Eduardo Gómez Umaña llegó a la Unión Soviética en septiembre de 1990, cuando los primeros cimientos de la poderosa nación comenzaban a desmoronarse y de las rendijas de sus paredes, resurgían fantasmas ya casi olvidados.
¡Bog Moi! ¡Dios Mío! Decían las viejas bolcheviques inquietas por no entender lo que pasaba.
En aquel torbellino de ideas, pugnas y desconciertos, nadie quería hacerse cargo del último contingente de estudiantes enviados por la revolución sandinista, que casualmente, pocos meses atrás, había dejado el poder. Ni los rusos, ni la gobernante nicaragüense de turno, parecían interesarse por la suerte de aquellos navegantes de aguas turbulentas, cuyo único afán era hacer realidad el sueño de coronar una carrera profesional.
Superando dificultad tras dificultad, aquellas chavalas y chavalos fogueados en combates y movilizaciones de todo tipo, finalmente lograron ubicarse en los respectivos recintos universitarios a los que llegaban destinados. Pero todavía faltaba más. Adicional al fuerte impacto sicológico, propio de un cambio de vida tan radical, el impacto económico no se hizo esperar. Los pocos Rublos que les asignaron como estipendio, se les escapaban como agua en un canasto, producto de la severa inflación que día a día experimentaba la economía rusa.
La bendita necesidad hizo que Eduardo vendiera refrescos, golosinas y realizara cuanto trabajo pudo, para completar su presupuesto básico de subsistencia. Fue en ese momento cuando descubrió que poseía una gran habilidad para los negocios. Se puede decir sin temor a equivocarse, que sus primeras clases no fueron de agronomía, que era la carrera que había llegado a estudiar; sus clases primeras, fueron de emprendimiento empresarial y marketing callejero. Toda una escuela.
En 1997, una vez hecho profesional y poseedor de una vasta cultura tecnológica, regresó a Nicaragua. El sueño se había hecho realidad: estaba graduado en Fitotecnia y tenía una maestría en ciencias agrarias. Pero aquí, le ocurrió igual que a muchos graduados en los antiguos países socialistas: no tuvo cabida en el aparato gubernamental, como tampoco la tuvo en la empresa privada. Era un pobre profeta sin tierra, y muy pocas profecías que ofrecer.
Un año de gratis y después, cien dólares al mes.
Pasó el tiempo. Anduvo, anduvo, anduvo… hasta que alguien le abrió una ventanita y por ella se coló en un organismo no gubernamental, para el cual trabajó un año sin devengar salario. Después le pagaron cien dólares mensuales, un año más tarde, doscientos y así fue transcurriendo el tiempo, hasta llegar a ser presidente de aquel organismo… E irguióse la alta frente, del gran Caupolicán.
Eduardo reconoce que si bien el principio fue muy duro, lo que aprendió en aquel organismo, fue fundamental para su desarrollo y reinserción en la vida laboral. Contactos, proyectos, observación, coordinaciones, relaciones públicas; de todo un poco.
Fue por esa dinámica de trabajo, que un día de tantos conoció a unos campesinos que cultivaban Rosa de Jamaica (hibiscus sabdariffa L.) y aceptó la propuesta de formar parte de una cooperativa que en ese momento no recuperaba ni sus costos de producción. Lo eligieron presidente, pero no tenían capacidad de pagarle un salario. Eduardo le hizo ganas con sus pocos ahorros, hasta que un día, tal como dijera Bernardino Díaz Ochoa, él también se dijo: no soy ave para vivir del aire ni pez para vivir del agua Buscó cómo hacer algunas consultorías y con el ingreso de ese trabajo adicional, subsistió mientras organizaba empresarialmente aquel grupo de productores y asumía la conducción de una planta procesadora que la cooperación española ponía en sus manos, mediante un convenio de quince años de operación.
Y aunque en términos empresariales, dos años es muy poco, en la actualidad, la cooperativa Hubiscus R. L., comercializa por medio de los supermercados Palí y La Unión, rosa de Jamaica certificada como orgánica, en diferentes presentaciones. También fabrican cuatro variedades de vino: marañón, coyolito, nancite y Jamaica. Tienen un laboratorio en el cual elaboran diez productos de medicina natural, los cuales generalmente son fabricados por encargo, mientras logran que el Ministerio de salud, les autorice el pleno funcionamiento de esta unidad productiva.
Eduardo nos comenta que el consumo a nivel nacional de Rosa de Jamaica, es más alto que la producción nacional. De ahí que su plan de negocios contempla incrementar la producción en un 400% para el año 2009. En la planta procesadora ubicada en las afueras de Nandaime, las cooperadas trabajan afanosamente en garantizar una producción con alto estándar de calidad y cumplimiento en sus entregas.
Al preguntársele a Eduardo qué tan difícil es lograr un espacio en empresas como La Unión, nos responde que el principal problema de la pequeña empresa nicaragüense es no cumplir con los aspectos legales. “Esa es su traba para acceder al mercado de grandes ligas. Una empresa Wal Mart, quiere tener la garantía de una empresa legalmente constituida que no invente cifras contables ni de mercadeo”. Así nos despedimos de ustedes apreciables lectores, lo mismo que de nuestro entrevistado, el cual me dice para finalizar: yo tengo a Rusia en mi corazón, lo que allá viví, cambió mi vida. Dasvidania druziá. Adiós amigos.
Para contactar la cooperativa:
Tel.: 8743062 Fax: 561-3061
Correo Electrónico: coophibiscus@yahoo.com
Tomado de El Nuevo Diario, Managua, Nicaragua.
Sección: Emprendedores.
Domingo 22 de Marzo del 2009.
¡Bog Moi! ¡Dios Mío! Decían las viejas bolcheviques inquietas por no entender lo que pasaba.
En aquel torbellino de ideas, pugnas y desconciertos, nadie quería hacerse cargo del último contingente de estudiantes enviados por la revolución sandinista, que casualmente, pocos meses atrás, había dejado el poder. Ni los rusos, ni la gobernante nicaragüense de turno, parecían interesarse por la suerte de aquellos navegantes de aguas turbulentas, cuyo único afán era hacer realidad el sueño de coronar una carrera profesional.
Superando dificultad tras dificultad, aquellas chavalas y chavalos fogueados en combates y movilizaciones de todo tipo, finalmente lograron ubicarse en los respectivos recintos universitarios a los que llegaban destinados. Pero todavía faltaba más. Adicional al fuerte impacto sicológico, propio de un cambio de vida tan radical, el impacto económico no se hizo esperar. Los pocos Rublos que les asignaron como estipendio, se les escapaban como agua en un canasto, producto de la severa inflación que día a día experimentaba la economía rusa.
La bendita necesidad hizo que Eduardo vendiera refrescos, golosinas y realizara cuanto trabajo pudo, para completar su presupuesto básico de subsistencia. Fue en ese momento cuando descubrió que poseía una gran habilidad para los negocios. Se puede decir sin temor a equivocarse, que sus primeras clases no fueron de agronomía, que era la carrera que había llegado a estudiar; sus clases primeras, fueron de emprendimiento empresarial y marketing callejero. Toda una escuela.
En 1997, una vez hecho profesional y poseedor de una vasta cultura tecnológica, regresó a Nicaragua. El sueño se había hecho realidad: estaba graduado en Fitotecnia y tenía una maestría en ciencias agrarias. Pero aquí, le ocurrió igual que a muchos graduados en los antiguos países socialistas: no tuvo cabida en el aparato gubernamental, como tampoco la tuvo en la empresa privada. Era un pobre profeta sin tierra, y muy pocas profecías que ofrecer.
Un año de gratis y después, cien dólares al mes.
Pasó el tiempo. Anduvo, anduvo, anduvo… hasta que alguien le abrió una ventanita y por ella se coló en un organismo no gubernamental, para el cual trabajó un año sin devengar salario. Después le pagaron cien dólares mensuales, un año más tarde, doscientos y así fue transcurriendo el tiempo, hasta llegar a ser presidente de aquel organismo… E irguióse la alta frente, del gran Caupolicán.
Eduardo reconoce que si bien el principio fue muy duro, lo que aprendió en aquel organismo, fue fundamental para su desarrollo y reinserción en la vida laboral. Contactos, proyectos, observación, coordinaciones, relaciones públicas; de todo un poco.
Fue por esa dinámica de trabajo, que un día de tantos conoció a unos campesinos que cultivaban Rosa de Jamaica (hibiscus sabdariffa L.) y aceptó la propuesta de formar parte de una cooperativa que en ese momento no recuperaba ni sus costos de producción. Lo eligieron presidente, pero no tenían capacidad de pagarle un salario. Eduardo le hizo ganas con sus pocos ahorros, hasta que un día, tal como dijera Bernardino Díaz Ochoa, él también se dijo: no soy ave para vivir del aire ni pez para vivir del agua Buscó cómo hacer algunas consultorías y con el ingreso de ese trabajo adicional, subsistió mientras organizaba empresarialmente aquel grupo de productores y asumía la conducción de una planta procesadora que la cooperación española ponía en sus manos, mediante un convenio de quince años de operación.
El valor agregado y el posicionamiento de marca
Junto a los cincuenta socios y socias de la cooperativa, decidieron que su estrategia para mejorar se basaría en no vender más producto a granel, dar valor agregado a sus cultivos, posicionar una marca, cumplir con los requisitos básicos del mercado y buscar un canal de distribución de gran alcance y reconocimiento.Y aunque en términos empresariales, dos años es muy poco, en la actualidad, la cooperativa Hubiscus R. L., comercializa por medio de los supermercados Palí y La Unión, rosa de Jamaica certificada como orgánica, en diferentes presentaciones. También fabrican cuatro variedades de vino: marañón, coyolito, nancite y Jamaica. Tienen un laboratorio en el cual elaboran diez productos de medicina natural, los cuales generalmente son fabricados por encargo, mientras logran que el Ministerio de salud, les autorice el pleno funcionamiento de esta unidad productiva.
Eduardo nos comenta que el consumo a nivel nacional de Rosa de Jamaica, es más alto que la producción nacional. De ahí que su plan de negocios contempla incrementar la producción en un 400% para el año 2009. En la planta procesadora ubicada en las afueras de Nandaime, las cooperadas trabajan afanosamente en garantizar una producción con alto estándar de calidad y cumplimiento en sus entregas.
Al preguntársele a Eduardo qué tan difícil es lograr un espacio en empresas como La Unión, nos responde que el principal problema de la pequeña empresa nicaragüense es no cumplir con los aspectos legales. “Esa es su traba para acceder al mercado de grandes ligas. Una empresa Wal Mart, quiere tener la garantía de una empresa legalmente constituida que no invente cifras contables ni de mercadeo”. Así nos despedimos de ustedes apreciables lectores, lo mismo que de nuestro entrevistado, el cual me dice para finalizar: yo tengo a Rusia en mi corazón, lo que allá viví, cambió mi vida. Dasvidania druziá. Adiós amigos.
Para contactar la cooperativa:
Tel.: 8743062 Fax: 561-3061
Correo Electrónico: coophibiscus@yahoo.com
Tomado de El Nuevo Diario, Managua, Nicaragua.
Sección: Emprendedores.
Domingo 22 de Marzo del 2009.