domingo, 22 de marzo de 2009

Rusia le dio la técnica, Hibiscus la experiencia

Tovarich Eduardo Gómez

Rusia le dio la técnica,  Hibiscus la experiencia  - Foto
Socias de la Cooperativa Hibiscus.

Eduardo Gómez Umaña llegó a la Unión Soviética en septiembre de 1990, cuando los primeros cimientos de la poderosa nación comenzaban a desmoronarse y de las rendijas de sus paredes, resurgían fantasmas ya casi olvidados.

¡Bog Moi! ¡Dios Mío! Decían las viejas bolcheviques inquietas por no entender lo que pasaba.

En aquel torbellino de ideas, pugnas y desconciertos, nadie quería hacerse cargo del último contingente de estudiantes enviados por la revolución sandinista, que casualmente, pocos meses atrás, había dejado el poder. Ni los rusos, ni la gobernante nicaragüense de turno, parecían interesarse por la suerte de aquellos navegantes de aguas turbulentas, cuyo único afán era hacer realidad el sueño de coronar una carrera profesional.

Superando dificultad tras dificultad, aquellas chavalas y chavalos fogueados en combates y movilizaciones de todo tipo, finalmente lograron ubicarse en los respectivos recintos universitarios a los que llegaban destinados. Pero todavía faltaba más. Adicional al fuerte impacto sicológico, propio de un cambio de vida tan radical, el impacto económico no se hizo esperar. Los pocos Rublos que les asignaron como estipendio, se les escapaban como agua en un canasto, producto de la severa inflación que día a día experimentaba la economía rusa.

La bendita necesidad hizo que Eduardo vendiera refrescos, golosinas y realizara cuanto trabajo pudo, para completar su presupuesto básico de subsistencia. Fue en ese momento cuando descubrió que poseía una gran habilidad para los negocios. Se puede decir sin temor a equivocarse, que sus primeras clases no fueron de agronomía, que era la carrera que había llegado a estudiar; sus clases primeras, fueron de emprendimiento empresarial y marketing callejero. Toda una escuela.

En 1997, una vez hecho profesional y poseedor de una vasta cultura tecnológica, regresó a Nicaragua. El sueño se había hecho realidad: estaba graduado en Fitotecnia y tenía una maestría en ciencias agrarias. Pero aquí, le ocurrió igual que a muchos graduados en los antiguos países socialistas: no tuvo cabida en el aparato gubernamental, como tampoco la tuvo en la empresa privada. Era un pobre profeta sin tierra, y muy pocas profecías que ofrecer.

Un año de gratis y después, cien dólares al mes.

Pasó el tiempo. Anduvo, anduvo, anduvo… hasta que alguien le abrió una ventanita y por ella se coló en un organismo no gubernamental, para el cual trabajó un año sin devengar salario. Después le pagaron cien dólares mensuales, un año más tarde, doscientos y así fue transcurriendo el tiempo, hasta llegar a ser presidente de aquel organismo… E irguióse la alta frente, del gran Caupolicán.

Eduardo reconoce que si bien el principio fue muy duro, lo que aprendió en aquel organismo, fue fundamental para su desarrollo y reinserción en la vida laboral. Contactos, proyectos, observación, coordinaciones, relaciones públicas; de todo un poco.

Fue por esa dinámica de trabajo, que un día de tantos conoció a unos campesinos que cultivaban Rosa de Jamaica (hibiscus sabdariffa L.) y aceptó la propuesta de formar parte de una cooperativa que en ese momento no recuperaba ni sus costos de producción. Lo eligieron presidente, pero no tenían capacidad de pagarle un salario. Eduardo le hizo ganas con sus pocos ahorros, hasta que un día, tal como dijera Bernardino Díaz Ochoa, él también se dijo: no soy ave para vivir del aire ni pez para vivir del agua… Buscó cómo hacer algunas consultorías y con el ingreso de ese trabajo adicional, subsistió mientras organizaba empresarialmente aquel grupo de productores y asumía la conducción de una planta procesadora que la cooperación española ponía en sus manos, mediante un convenio de quince años de operación.

El valor agregado y el posicionamiento de marca

Junto a los cincuenta socios y socias de la cooperativa, decidieron que su estrategia para mejorar se basaría en no vender más producto a granel, dar valor agregado a sus cultivos, posicionar una marca, cumplir con los requisitos básicos del mercado y buscar un canal de distribución de gran alcance y reconocimiento.

Y aunque en términos empresariales, dos años es muy poco, en la actualidad, la cooperativa Hubiscus R. L., comercializa por medio de los supermercados Palí y La Unión, rosa de Jamaica certificada como orgánica, en diferentes presentaciones. También fabrican cuatro variedades de vino: marañón, coyolito, nancite y Jamaica. Tienen un laboratorio en el cual elaboran diez productos de medicina natural, los cuales generalmente son fabricados por encargo, mientras logran que el Ministerio de salud, les autorice el pleno funcionamiento de esta unidad productiva.

Eduardo nos comenta que el consumo a nivel nacional de Rosa de Jamaica, es más alto que la producción nacional. De ahí que su plan de negocios contempla incrementar la producción en un 400% para el año 2009. En la planta procesadora ubicada en las afueras de Nandaime, las cooperadas trabajan afanosamente en garantizar una producción con alto estándar de calidad y cumplimiento en sus entregas.

Al preguntársele a Eduardo qué tan difícil es lograr un espacio en empresas como La Unión, nos responde que el principal problema de la pequeña empresa nicaragüense es no cumplir con los aspectos legales. “Esa es su traba para acceder al mercado de grandes ligas. Una empresa Wal Mart, quiere tener la garantía de una empresa legalmente constituida que no invente cifras contables ni de mercadeo”. Así nos despedimos de ustedes apreciables lectores, lo mismo que de nuestro entrevistado, el cual me dice para finalizar: yo tengo a Rusia en mi corazón, lo que allá viví, cambió mi vida. Dasvidania druziá. Adiós amigos.


Para contactar la cooperativa:
Tel.: 8743062 Fax: 561-3061
Correo Electrónico: coophibiscus@yahoo.com

Tomado de El Nuevo Diario, Managua, Nicaragua.
Sección: Emprendedores.
Domingo 22 de Marzo del 2009.

martes, 3 de marzo de 2009

Arte y gestión empresarial, en escena



Arte y gestión empresarial,  en escena - Foto

El local del Teatro Justo Rufino Garay, está ubicado en los alrededores del parque Las Palmas. Una zona residencial de la vieja Managua que resistió el terremoto de 1972. Se distingue varios metros antes, por una cartelera que sobresale de la estructura del edificio, con los anuncios pertinentes a las diversas actividades del teatro. Una pequeña cafetería decorada sencillamente y con buen gusto, recibe a los visitantes y por supuesto, también me recibe a mí.

Faltan cinco minutos para las nueve de la mañana. Pregunto por Lucero y me dicen que aún no llega. Explico que tengo acordada una entrevista para las nueve, y muy segura la joven que atiende la oficina, me dice que si es así, seguro no ha de tardar. A penas me acomodo en un sofá para hojear unas revistas sobre teatro, cuando aparece Lucero, la Fundadora y Directora del teatro. Son las nueve en punto.

Tal como ustedes lo habrán notado, la página Emprendedores, ha dedicado sus últimas publicaciones, al tema de la gestión cultural, por tal razón, una institución con tantos años de existencia, como es el Teatro Justo Rufino Garay, es una parada obligatoria para nuestro trabajo. Le explico a mi entrevistada que no llego a conversar con la artista, sino, que busco a Lucero Millán la empresaria. Se sorprende un poco. Manifiesta que es la primera vez que se lo piden.

Lucero es de origen mexicano. Estudió Literatura Dramática y Teatro, en la Universidad Nacional de México y formó parte de la compañía de teatro de su Estado natal, Sinaloa. Tenía diecinueve años cuando una noticia recorría el mundo: la lucha, y después, el triunfo de la revolución popular sandinista. Ella que había formado parte de los comités de solidaridad con Nicaragua, tomó el avión y con una “mochila detrás y una maleta de ilusiones por delante”, pisó tierra nica en septiembre de 1979, deseosa de conocer de primera mano, lo que aquí sucedía.

Nos comenta que el Justo Rufino nació como un taller de actuación dentro del seno del Sistema Sandinista de Televisión, donde ella y su marido durante cinco años, impartieron clases a una gran cantidad de jóvenes. El nombre de Justo Rufino, fue sugerido por el compañero Luis Guzmán (Chiri), quien les ilustró sobre la vida de este artista, que utilizó el teatro como un medio de lucha. Lucero recuerda que en los años ochenta, la política cultural del gobierno asignaba a los artistas un módico salario, con el cual podían llenar sus necesidades básicas, y así poderse dedicar a la creación artística. Después de aquellos años vinculados al sistema de televisión, decidieron independizarse y en abril de 1986, fundan la primera sala de teatro independiente de Nicaragua. Fue en una casa del reparto Bello Horizonte, acondicionada con sus propias manos. Tenía capacidad para cuarenta personas.

Lucero, ¿cuándo se trasladan de Bello Horizonte a este local?

Nosotros compramos este local, antes que perdiera el gobierno del frente sandinista. Iniciar aquí fue muy difícil. Nadie nos abría las puertas, dados nuestros antecedentes. Fueron tres o cuatro años que la pasamos muy mal, pero también fue un período de muchas enseñanzas. Nos salvó que a la par de las presentaciones teatrales nosotros siempre tuvimos la Escuela de Arte. La docencia nos ayudó mucho.

¿Con cuál obra inauguraron este nuevo local, qué tanta gente vino?

Si recuerdo bien, fue con la obra “Pareja abierta” de Darío Fo. Vino mucha gente. Fue un éxito muy grande. Eso fue a principios de 1991.

¿Por qué seleccionaste esa obra; cómo la promocionaste?

Escogimos a Darío Fo, porque es un autor muy comprometido, pero lo hace de una manera más accesible para el público y también más divertida. Era una época en que la gente no quería ver cosas muy tristes. Además necesitábamos captar otro tipo de público. En cuanto a la promoción, eso también ha sido todo un aprendizaje. Lo hacemos, con radio, televisión, afiches, volantes, y últimamente, incorporamos los correos electrónicos. También, aprendimos a planificar, a elaborar planes estratégicos…

¿Cómo fijan el precio para las entradas al teatro?

Lógicamente, obedecen a un cálculo de toda la inversión que demanda una obra: salarios, energía y otros. Debo decirte que el precio es todavía subsidiado, pues es muy difícil que una institución como la nuestra, incluso en los países desarrollados, logre sobrevivir sin un apoyo externo. Por ejemplo, en Colombia, hay algo que se llama “Sala concertada”, el Estado financia las salas independientes, y los teatros a su vez, devuelven el apoyo prestando la sala para que se presenten o ensayen otros grupos. Hay varias formas de retribuir ese apoyo. Nosotros estamos apoyados por un proyecto que se llama Fondo Común, es un proyecto que se titula “Participación ciudadana utilizando el teatro como vehículo de comunicación.” Pero siempre estamos trabajando en lograr mayores niveles de auto-sostenibilidad.

¿Qué les genera más ingreso: el teatro, el cine de los miércoles, la cafetería, las clases, el alquiler de vestuario?

Todo contribuye. Pero lo que nos genera más son las presentaciones en el exterior. Allá recibes diez veces más de lo que aquí generamos por nuestras obras.

Vinculación con el exterior

Las relaciones y nexos con el exterior, son parte de la estrategia de permanencia y desarrollo del grupo de teatro que dirige Lucero. Ella es presidenta del Festival internacional de teatro monólogo-diálogo, un proyecto basado en autogestión, que este año cumple quince años de existencia; representa a Nicaragua en la Red de promotores culturales de América Latina y el Caribe; es contraparte de un proyecto centroamericano de teatro llamado Carromato.

¿Qué ha sido del movimiento artístico que se desarrolló en los ochenta?

Yo tengo casi treinta años de estar en este campo, y el desarrollo cultural ha pasado por diferentes procesos. En los años ochenta hubo una política muy clara de promoción. Los años noventa fueron de mucha orfandad, pero en medio de esa crisis también encontramos oportunidades de crecer. Creo que lograron sobrevivir aquellos artistas o grupos que habían alcanzado cierto margen de independencia y autosostenibilidad. Mi consejo para los artistas va orientado al trabajo, a ponerse metas, uno logra resultados cuando tiene metas. Hay que ser mucho más emprendedor y tener iniciativa. Hay que moverse, gestionar, trabajar duramente, entrenar…

¿Crees que hay artistas que no tienen canales para expresar su arte por falta de gestión empresarial?

Por supuesto. Hay dos formas de desarrollarse como artista: una es esperar que todo te venga de arriba. Que vas a crear únicamente, cuando alguien te dé el financiamiento. Otra es hacer gestión empresarial, asociarse, vender ideas y proyectos. Ampliar nuestros horizontes, no quedarnos encerrados y tratar de convencer a aquéllos que piensan que el arte es un gasto y no una inversión.

¿Será posible que en cada barrio de Managua exista un pequeño teatro, en una casita, en un local comunal, si hace gestión empresarial?

Sí, yo creo que sí. Hay que tener una actitud positiva y claro, no quedarse sentado. Creo también que hay una serie de canales que los artistas desconocen. Hay una serie de becas de convenios, de organismos, a las cuales se puede acceder. Pero hay que buscar la información y establecer relaciones. Por ejemplo hay un fondo internacional que apoya la cultura que se llama Iberescena, que de manera particular, apoya la danza y el teatro. A mí me da mucha pena que los nicaragüenses no podamos acceder, pues los gobiernos tienen que dar una pequeña cuota y Nicaragua todavía no lo hace.

¿Hay solidaridad en el gremio de los artistas?

Hubo un tiempo en que cada quien buscaba su sobrevivencia. Eso ha cambiado y ahora en el gremio de teatristas, hemos constituido la red de profesionales del teatro. Tenemos varios proyectos para el desarrollo del teatro en nuestro país. Convencidos que el salto debe hacerse de manera colectiva, independiente de que hayan artistas que sobresalgan más que otros.

Esta empresa cultural tiene demandas que plantear a la sociedad en su conjunto: a los gobiernos que escuchen e incorporen a los artistas que han demostrado consistencia, en sus planes de desarrollo. Los artistas pueden aportar mucho al desarrollo. A la empresa privada, que patrocinen eventos, y a la población en general, que contribuyan con su asistencia a las obras y espectáculos de los artistas nacionales. Para mayor información sobre la historia, obras y servicios de esta exitosa empresa cultural, pueden visitar el sitio web del Justo Rufino: www.rufinos.org

Tomado de El Nuevo Diario, Managua, Nicaragua.
Sección: Emprendedores.
Martes 3 de Marzo del 2009.