sábado, 13 de diciembre de 2008

Una arrebatadora historia en las isletas de Granada

Empresa turística Mora-Reyes

Una arrebatadora historia en las isletas de Granada - Foto

Hace cuatro años, un organismo cristiano llamado Visión Mundial retó a líderes de un grupo de comunidades ubicadas en las Isletas de Granada a emprender negocios que estuviesen vinculados al turismo. Las opciones eran dos: instalar un restaurante o dedicarse al transporte recreativo para turistas.

Karla Reyes era una de aquellas líderes. Originaria de Managua y casada con el lugareño José Leonel Mora, se había convertido en dirigente comunitaria del municipio Costa Sur. José Leonel era pescador y también el principal sostén del hogar. Cuatro pequeños eran la mayor alegría de la familia Mora-Reyes, los cuales conforme crecían demandaban una canasta básica mejor y más abastecida. La situación, como es de imaginar, no era muy fácil. Fue por eso que cuando Visión Mundial les hizo la propuesta, decidieron tomarla. “Nos apuntamos a la menos costosa”, nos dice José Leonel, mientras señala hacia al muelle.

Visión Mundial les otorgó un préstamo de cinco mil dólares. Compraron una lancha y un pequeño motor. “Eso nos costó cuatro mil 500 dólares más el IVA”, nos cuenta José Leonel.

¡Así quién no! Con la plata baila el perro, estará pensando alguno de ustedes. Pero lo que no les he contado es que la familia Mora-Reyes tuvo que ingeniárselas muy bien para poner a trabajar aquel medio de transporte. A la lancha le faltaba el timón, los asientos, el piso interno y el techo. En eso consistía el reto: adquirir un vehículo, y sin disponer de un solo centavo, equiparlo, ponerlo a trabajar y comenzar a pagar la deuda adquirida.

Pero la decisión estaba tomada, “y a lo hecho, pecho”. Karla buscó de inmediato el apoyo de un hermano que vive en el exterior. José Leonel vendió algunos bienes, y juntos convencieron a varios amigos para que les prestaran el dinero que les faltaba. Pero eso sí, su principal capital lo tenían intacto. Ese capital era su inmenso deseo de triunfar y dar a sus cuatro hijos una vida mejor. Eso los estimuló a dar el ciento por ciento, hasta llegar a la meta que se habían propuesto. Lo lograron. Un día de tantos, La Arrebatadora, como bautizaron a su lancha, surcó las aguas del Cocibolca.

La oficina

Los visité en el puerto de Asese, específicamente en la Marina Cocibolca. Los encontré sonrientes; seguro que no participaron en los recientes bochinches políticos. Serenos. Seguro que si la crisis financiera mundial les tocara, la sabrían sortear. Centrados en su trabajo, seguros de que Obama, Chávez o Fidel, no son más importantes que sus tres lanchas.

”Ésta es nuestra oficina”, me dijo risueña Karla, mientras nos acercábamos a la sombra de un árbol donde había un motor y varios recipientes. No hice comentario. Acto seguido me dijo con una sonrisa más pronunciada: “Ya pronto nos alquilarán un módulo aquí mismo”. Tal cambio será como un salto de garrocha, pensé, al ver las instalaciones. Ése sería otro premio a su abnegado trabajo: contar con un local dónde realizar un mejor aporte al turismo.

Poco a poco, la familia empresaria se reunió a mi alrededor. Me presentaron a cada uno y me explicaron lo que cada cual hacía. Me invadió la sensación de que en la inmensidad del Gran Lago el viento propagaba un gran canto que decía: “el trabajo es nuestro digno laurel”.

Capitanes de lanchas y luchas

Pero el apoyo de aquel organismo no se limitó a prestarles el dinero. También los armó de los conocimientos necesarios para que aquella lancha, que era también la empresa, no se hundiera ni como empresa ni como lancha. Hoy, a tres años y meses, la familia Mora-Reyes es dueña de tres embarcaciones totalmente equipadas, que administran y operan junto a sus hijos e hija: Arrebatadora 1, Arrebatadora 2 y Arrebatadora 3.

Karla, ¿quiénes manejan estas lanchas?

Leonel, mi hijo mayor, que ahora tiene 19 años, fue el primero que las manejó. Visión Mundial lo entrenó como capitán. También lo mandaron a unos cursos sobre relaciones humanas, inglés y guía de turistas. El otro capitán es mi hijo de 15 años. También mi niña de doce años ya está en proceso de aprendizaje y colabora con los grupos de turistas.

¿Cuál es el equipamiento de estas lanchas?

Tienen equipo de radio-comunicación, música, salvavidas. Tenemos tres tipos de motores: de 15, 75 y 150 caballos de fuerza. Esta última hace viajes hasta las islas Zapatera y Ometepe.

¿Qué tan difícil es este negocio?

Al comienzo fue duro: aparte de la deuda, entramos a competir con personas que tenían hasta treinta años de estar en el negocio. Recuerdo que hasta nos daba vergüenza ir a ofrecer los servicios a los clientes. Los otros eran agresivos y nosotros nos quedábamos callados. Cuando llegábamos a hablar, ya el cliente se había arreglado con ellos. Pero finalmente logramos conseguir un viaje. El único del día. Poco a poco fuimos agarrando experiencia y hasta un brochure dimos a elaborar. Después, todos los lancheros dieron a hacer su brochure. Ellos nunca habían tenido… (risas).

¿Cuánto vale la hora y qué le ofrecen al cliente?
Tenemos la hora sencilla, es decir, en los alrededores, en Playita, la cual vale 380 córdobas; y tenemos la hora de cuarenta dólares, la cual lleva al turista en un recorrido por tres comunidades: Flora-fauna, Las Mejores Isletas y los canales de Playita. La verdad es que dura una hora y veinte minutos.

¿Momentos difíciles que recuerden?

El primer mes de operaciones no habíamos recogido para el abono; fue en ese momento cuando me ayudó mi hermano que vive en el exterior. Otra vez fue que unos pasajeros se nos bajaron porque el techo tenía goteras. Eso sucedía porque no teníamos para comprar el material adecuado para el techo. El otro que recuerdo fue que por un problema familiar: tuvimos que dejar solo a nuestro hijo mayor, en aquel entonces tenía quince años. Lo dejamos a cargo de la primera lancha. Cuando nos volvimos a integrar al trabajo, él no había conseguido ni un solo cliente. ¡Habían pasado quince días! Como era chavalo, los más viejos se los quitaban… (risas).

No se olvidan de los más pobres

La empresa Mora-Reyes se ha desarrollado de una forma impresionante. Baste decir que la primera lancha, la Arrebatadora 1, que es la de menor potencia, tiene un valor de catorce mil dólares. Como pueden deducir, entre las tres lanchas suman una bonita cifra. ¡Y todo en menos de cuatro años! Pero algo digno de mención es que esta familia no olvida su procedencia, y cuando al lugar se aparecen personas de escasos recursos preguntando por los precios, ellos hacen un esfuerzo, y a veces hasta han dejado de ganar con tal de que esas personas puedan gozar de un buen paseo en lancha.

José Leonel, ¿cómo ha estado el trabajo en los últimos días?
En noviembre se bajó en un cuarenta por ciento. Parece que nos afectó este asunto de las elecciones.

¿Cuáles son los mejores meses en este negocio?

Desde diciembre hasta mayo. Ya hoy me reservaron lanchas para cincuenta turistas.

¿Cuál ha sido el paquete más grande que han manejado de un solo golpe?
Ciento cuarenta y ocho turistas, pero ése lo manejamos entre las dos empresas que trabajamos aquí en la Marina Cocibolca. Aquí somos dos personas las que trabajamos; cada uno tiene tres lanchas, y cuando a uno le cae un buen paquete lo comparte con el otro. No nos peleamos por los clientes. Una vez sale a ofrecer uno, y en el próximo va el otro.

¿A qué teléfono se puede hacer una reservación?
Pueden llamar al 552-6330 y al 813-6541.

Tomado de El Nuevo Diario, Managua, Nicaragua.
Sección: Emprendedores.
Sabado 13 de Diciembre del 2008.

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