viernes, 4 de junio de 2010

El museo de intel

Un Santuario de la tecnología moderna.



El museo  de intel - Foto


Llegamos al amplio estacionamiento sin puertas. Nos ubicamos donde mejor nos pareció y bajamos del vehículo. No hay guardas de seguridad anotando los números de las placas ni preguntado cosa alguna. Abrimos la puerta del local y entramos. La recepcionista nos saluda y brinda una cordial sonrisa de bienvenida.

No hay que anotarse ni presentar identificación. No cobran un centavo por entrar. Preguntamos si permiten tomar fotografías y nos dice que si, con la mayor naturalidad del mundo. ¡Lo hacen tan fácil, que sorprende! Estamos en el santuario de la tecnología moderna: el museo de Intel.

Localizado en Santa Clara, California, USA, en el cuartel general de Intel, el museo de diez mil pies cuadrados permite a 80,000 visitantes anuales hacer un recorrido por la historia del invento que está transformando la vida del ser humano. Todo un viaje inolvidable para quienes pueden hacer el recorrido total, especialmente los estudiantes. Lo nuestro fue una visita parcial, apenas una pincelada del retrato completo.

En el área pública de los edificios cuasi-perfectos, es notorio el orden y la limpieza del local. Pero nada comparada con la que existe en las plantas de fabricación, donde el aire es ultra-puro, tanto así, que respirarlo puede tomar por sorpresa a nuestros pulmones tan acostumbrados a las impurezas del ambiente.

El lugar donde se fabrica el corazón de las computadoras y otros microchips que utilizan los teléfonos celulares, satélites, aviones, equipos médicos y todo aparato moderno que conozcamos, es mucho más esterilizado y puro que un quirófano u otro lugar en el mundo. Un pie cúbico de aire a lo sumo puede contener una partícula de impurezas menor a la mitad de un micrón. Y, un micrón es la millonésima parte de un metro. ¿Qué tal?

¿Y qué decir de las vibraciones? Las fábricas de microchips no pueden vibrar ni lo más mínimo imaginable. Se trabaja con nano-tecnología, es decir, tecnología microscópica muy sensible. Para tener una idea de lo que hablo, un microchip del tamaño de una uña, el Intel Core 2, tiene cuatrocientos diez millones de transistores. No es ciencia ficción. ¡Una vibración imperceptible para el ser humano, sería un desastre!

La materia prima esta en la arena del mar
La principal materia para fabricar un microchip es el Silicio. Se encuentra en la arena del mar y es el elemento más común que existe en la tierra, después del oxígeno. De la arena se separan otros materiales y se elaboran lingotes de Silicio puro, los que son cortados en finas rebanadas de 12 pulgadas de diámetro, llamadas galletas. En la superficie de cada galleta, se “imprimen” cientos de microcircuitos, que posteriormente son separados por medio de una cuchilla de diamante de gran precisión, en forma de cuadritos. Estos son los microchips.

¡Pero, cuidado eh! No tan rápido. Previo al proceso de fabricación mencionado anteriormente, hay que diseñar el microchip, lo cual no es tan fácil. Desde que se conversa con el cliente sobre sus necesidades, hasta preparar su fabricación, puede requerir cientos de ingenieros trabajando tiempo completo durante dos años. Claro, la producción de estos componentes es tan masiva, que paga con creces toda esa inversión de tiempo, dinero y talento.

Cuatro millones de dólares cada hora
Estas fábricas trabajan las 24 horas del día todo el año, excepto el 25 de diciembre y el primero de enero, fechas que se aprovechan para brindar mantenimiento a las mismas. No hay excusa para detenerse un minuto. No se puede argumentar fallas en el suministro eléctrico, en el agua, el aire. Nada ni nadie puede fallar. Unión Fenosa de Nicaragua, no duraría un minuto brindando energía a Intel, pues según información tomada de los estados financieros 2009 de Intel, cada hora que estuviesen sin trabajar las fábricas, Intel dejarían de vender cuatro millones de dólares. Leyó bien, cuatro millones cada hora. Nicaragua produce cada hora del año, setecientos mil dólares aproximadamente. Es decir, el 17.5% de la producción de Intel. ¡Qué pequeña es nuestra economía!

Hace 22 años
Al escribir sobre mi visita a Intel, mi disco duro se activa y me vienen los recuerdos. En diciembre de 1987 el diario Barricada me publicó un amplio reportaje sobre la aparición del microchip en el mundo. Nicaragua estaba bloqueada y en guerra. Por supuesto no existía el Internet. Pensé que era necesario abrir una ventanita al mundo de la tecnología y decidí escribir. Para hacer mi trabajo periodístico me apoye en un libro titulado “Los nuevos alquimistas” y en la experiencia recogida en un viaje por Alemania y Polonia, que recién finalizaba. Como anécdota, recuerdo que compré una Comodoro de 32k (32,000 bytes) de memoria RAM en Berlín occidental y al cruzar el muro que separaba ambas Alemanias, los soldados norteamericanos que cuidaban el paso Charlie me pidieron la computadora, que era básicamente un simple teclado, para revisar si no estaba comprando tecnología prohibida de llevar a los países socialistas. En esa época lo máximo en memoria RAM eran 256k. Se rumora que por aquellos tiempos el mismo Bill Gates dijo que 640k de memoria RAM serían suficientes para las necesidades de cualquier persona. Las portátiles modernas tienen 4 Gigabytes de memoria RAM. Un gigabyte equivale a mil millones de bytes. Que ridículo se ve a la distancia del tiempo, lo que hacían aquellos soldados: revisar una computadora de 32,000 bytes. Pero así es la historia. Obedecían órdenes.

El futuro
El futuro es hoy. Ya se han logrado introducir células humanas vivas en un microchip. Esta es una de las tantas facetas de la vida en que la tecnología impacta en la sociedad moderna. Me anima, me entusiasma, me motiva a creer que muchas cosas buenas están por venir. Imagino un microchip, que colocado en algún lugar de mi cuerpo, controle mi presión arterial, ahora más rebelde que lo habitual. ¡Adiós medicinas, viva la nanotecnología! Será entonces, mi canto de alegría.

Gracias a la vida
No puedo finalizar sin dar gracias a la vida por todo lo que he vivido. Hace veintidós años cuando escribía sobre el nacimiento de los microchips, casi bajo las balas, no sospechaba que un día podía estar en el corazón del Valle del Silicio, palpando un lingote puro de ese material; poniéndome un traje de Intel y escribiendo sobre ello. Gracias a la vida que me ha dado tanto. También gracias a Julio, mi primo, por la ocurrencia.

Tomado de El Nuevo Diario, Managua, Nicaragua.
Sección: Emprendedores.
Viernes 4 de Junio del 2010.